La Federación del silencio

Desde tiempo inmemorial, la Federación Española de Fútbol sufre de aguda incapacidad para comunicar ideas coherentes, por sencillas que sean. Comparte esta carencia con otros pilares de la sociedad española, como la Iglesia católica (solo se manifiesta públicamente con eslóganes, lloriqueos por una supuesta persecución laicista y el culto sonrojante a la personalidad del Papa de turno) y el Real Madrid, empeñado en construir un nuevo idioma (llámase ahora señorío a acusar a los árbitros, a los camilleros y a los cuidadores del césped de los malos resultados o acusar a entrenadores de otros clubes de adulterar la competición). De la afasia de la Federación dan cuenta los grotescos balbuceos para explicar la ausencia del futbolista Raúl en la ceremonia de premios a los futbolistas con más de 100 partidos internacionales. Las razones del plantón se han dejado conscientemente en penumbra. Los organizadores del acto simulan conformidad con la excusa del jugador (tenía programados dos entrenamientos el día del homenaje), que, en su grosera simplicidad, son tan injuriosas como el propio desaire.

Pero el caso es que la ciudadanía que paga a los futbolistas (versión club o modo selección) y soporta la especulación inmobiliaria que merodea por estadios y ciudades deportivas, merece el respeto de la claridad. La Federación Española de Fútbol debe decenas de explicaciones a los paganos adoradores del fútbol. Merecen, por ejemplo, que alguien del equipo de Ángel María Villar pueda aclararles que la espantada de Raúl acaso se deba a la hostilidad pública y privada del exjugador del Real Madrid y hoy del Schalke 04 y el exseleccionador Luis Aragonés, que le apartó del equipo nacional. Presunto resentimiento que el jugador extiende al seleccionador actual y a los jugadores que ganaron la Eurocopa y el Mundial.

Todo eso para que los aficionados sepan cómo se gestionan los egos y el dinero federativo que los alimenta. Tienen derecho a saber también por qué los horarios de los partidos de la Liga se han convertido en un ejercicio laberíntico y descerebrado. Por la mañana, al mediodía, a media tarde, por la noche, los lunes, los viernes... Desorden inexplicado e inexplicable. Demasiadas preguntas para una Federación afásica.