Colores
El pasado lunes estaba yo en un bar colgado de la tele mientras oía la cháchara del dúo cómico R & R. La extraña pareja cada vez me recuerda más al Gordo y al Flaco, siempre en desacuerdo, pero siempre coincidentes en lo fundamental. El paro: una tragedia; Europa: ni tocarla; Afganistán: misión sagrada; Educación: promoveremos la I+D. Y así. A ninguno de los dos se le ocurrió plantear que tal vez si los que se llevaron nuestro dinero estuviesen en la cárcel, como Madoff, habría más presupuesto para fomentar el empleo; que la UE empieza a ser un timo; que nunca debimos meternos en el berenjenal afgano; que el suspenso del informe PISA es responsabilidad acumulada de los Gobiernos del uno y del otro, etc. Pero a lo que íbamos. Debo ser un poco ingenuo porque yo estaba tan embelesado escuchándolos cuando un parroquiano que tenía al lado musitó entre dientes: -No puede ser que lleven la misma corbata. Esto sí que es agudeza política -pensé-, que no visual. En efecto, Oliver Rajoy y Stan Rubalcaba llevaban parecida corbata de color azul. ¿Azul? El color sí que importa. Azul es un color de espectro amplio, va desde el azul mahón de la Falange hasta el azul inmaculada de la congregación de hijos de María. Al PP le sienta bien, qué duda cabe, pero al PSOE... Tradicionalmente el PSOE va de rojo -me dije, y le dije a mi compañero de barra. Me contestó que, visto lo que ganan y los colegios a donde llevan a sus hijos, quedaría un poco fuerte. Lo suyo es el rosa, pero ya se sabe lo que ha pasado.
Y entonces caí. Claro, el artículo de Vargas Llosa en EL PAÍS, una rosa para Rosa. Los de UPyD que le han levantado el color a los del PSOE. Para que te fíes de la familia. No solo eso. Han llenado las calles de panteras rosas, de gente con camisa y con monos rosas que hasta cantan a ritmo de rap. Dicen que los han marginado, pero lo que pasa es que practican un género diferente, el suyo es el género chico, sección varietés. Esto no puede ser, para que luego digan que el PP y el PSOE se han repartido los escaños: si hasta tienen que amontonarse en un solo color. No podemos competir con nuestro Nobel, pero algún lema en verso habrá que improvisar para restablecer el equilibrio. Lo malo es que los demás colores no riman con el líder. Solo se me ocurren cosas como Mariano a Gran Hermano; Alfredo arreglará este enredo; el uno de mayo, presidente Cayo; Baldoví para mí. No están mal, pero donde haya un buen color, que se quite lo demás. Si cada partido adoptase uno, se acabarían las estériles disputas electorales. Las Cortes serían como el parchís, un juego verdaderamente democrático. Al empezar la legislatura cada partido tendría el mismo número de fichas y luego, según fueran saliendo los dados, irían desapareciendo representantes. Así nos ahorraríamos una pasta y, en cuanto a eficiencia, dudo que lo hiciesen peor que sus señorías.
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