Mueran las líneas rectas
Proliferan los edificios de planta circular que buscan romper la rigidez de las estructuras tradicionales
Círculos para desjerarquizar edificios o para proteger a los niños; círculos para romper la rigidez de los inmuebles y para subrayar su perímetro. El círculo es la figura geométrica más perfecta, pero la arquitectura ha convertido en excepcional la planta circular. Circulares eran los tholos funerarios de la cultura micénica y también los edificios que formaban los castros fortificados. Fue así mismo el círculo lo que llevó a la fama al arquitecto suizo Mario Botta en los años ochenta. Pero aun con precedentes singulares en los sinuosos proyectos de Coderch o Sáenz de Oiza, la fiebre del círculo estalló en España hace poco más de un lustro. Por aquellas fechas (2004), Emilio Tuñón y Luis M. Mansilla ganaron el concurso para levantar el Ayuntamiento de Lalín, en Pontevedra. También Javier Frechilla y José Manuel López-Peláez dibujaron entonces una planta con forma de juego de bolas para la hoy estancada Ciudad de la justicia de Valdebebas.
El Ayuntamiento de Lalín, de Tuñón y Mansilla, evoca la muralla de Lugo
Con precedentes remotos y cercanos, hoy en España se ha despertado una corriente que recoge las circunferencias como si fueran las cuentas de un collar. Sin embargo, en arquitectura sucede que a veces el presente, el pasado y el futuro pierden su orden. Por eso, a pesar de que el nuevo Concello de Lalín haya abierto ahora sus puertas, una tierna Escuela Municipal levantada en Arganda del Rey (Madrid) por Rubén Picado y María José de Blas ya se abrazó, hace tres años, al círculo porque este dibuja, cuentan sus autores, "el espacio más adecuado para la vida de un niño". Círculos como corros para el juego o círculos como amparo y protección era lo que defendían en un proyecto que contraponía la concavidad y la convexidad a la disciplina de la línea recta. Más recientemente, Lugo vio también crecer las torres de su Museo Interactivo de la Historia de la Ciudad, firmado por Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano. Allí, cilindros de acero cortén oxidado actúan como linternas para iluminar el interior del museo, en buena parte subterráneo. Según los arquitectos, esos edificios de planta circular evocan los torreones y las murallas lucenses.
Por su parte, también el Ayuntamiento de Lalín, de Tuñón y Mansilla, es un proyecto que retoma la idea de esos poblados fortificados y sin calles, levantados con edificios de planta circular, que fueron los castros. Sin embargo, lo hace de manera paradójica: haciendo desaparecer la muralla y potenciando la transparencia. El nuevo Concello busca ser antimonumental, una especie de cuadro abstracto en el que cada uno pueda leer un contenido a partir de su propia mirada. "Entre la precisión y la probabilidad". Así pensaron los autores del MUSAC de León que podría surgir la "identificación colectiva" que ofrece un Ayuntamiento en una ciudad. El edificio dialoga con el entorno ofreciendo su transparencia y sus volúmenes difuminados. Pero al levantar un símbolo del mando desjerarquizado, los arquitectos han buscado hacer presente que "somos nada menos, pero también nada más, que una pequeña parte de un mundo que gira sin cesar, incansablemente". Por eso es una suma de células circulares de hormigón, arropadas por 2.000 ventanas, que funciona como una plaza pública. Se trata de priorizar el espacio entre los edificios por encima de los propios edificios. La idea está presente en todos estos inmuebles circulares que tratan de acercar la arquitectura al ciudadano. De eso hablaba Flaubert también cuando aseguraba que es el hilo, y no las cuentas, lo que termina por hacer el collar.
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