Las primaveras y nuestro Vietnam
Discutían los medios acerca de quién ganó el debate. Cualquier asesor de imagen tendría algo claro. Rajoy, más tranquilo y menos parpadeante, gana en su monólogo mirando a la cámara. Rubalcaba, más agudo y resuelto, vence en la dialéctica al enzarzarse con su rival. Al margen de esto, ¿acaso ganó alguien? En la columna del lunes presentamos nuestra primera tesis, que sostenía que el pensamiento económico era el gran ausente. El debate presidencial parece haberlo confirmado. Definíamos el acto de pensar como un ejercicio creador de razones y conceptos. No ha sido el caso. Entendíamos la economía como una tecnología dedicada a la gestión y producción de formas de vida, que la coyuntura actual exige replantear de forma novedosa. Segunda tesis: los gobernantes están renunciando a la democracia.
Los liberales defienden un híbrido donde el sufragio universal vigile a la oligarquía y a la plutocracia
Imaginemos un zoológico donde ya hartos los animales arremetan violentamente contra sus celdas. Doce monos se convierten en millones. Recordemos las palabras de Esperanza Aguirre cuando surgió el pacífico #15M. Dijo que así empezaban todos los totalitarismos, poniendo en cuestión que lo vigente fuese una democracia. Pero el #15M se inspira más en el Mayo del 68 que en una indeseada toma del Palacio de Invierno: habla de una "Segunda Transición" hacia la democracia. Recordemos la respuesta que la derecha dio a la nueva izquierda de los años sesenta. Huntington, famoso por avivar bajo la idea del "choque de civilizaciones" un belicismo imperial que Bush y Aznar harían suyo, escribió en 1973 un informe para la Comisión Trilateral. Concluía que las formas de vida que se habían gestado y los movimientos sociales de ellas resultantes traían consigo una enorme amenaza: "El exceso de democracia".
Para Platón la democracia conducía a la tiranía del uno, pues los muchos, los demasiados, no se saben gobernar; han de mandar unos pocos, los mejores, la aristocracia. En el caso del referéndum griego vemos como para "tranquilizar" a los mercados todos los cerditos (P.I.G.S.) se apresuran a asegurar a los aliados del norte que por supuesto no van a permitir que en sus países se tomen decisiones democráticas (tampoco aristocráticas). Pero es que los liberales jamás han defendido la democracia, sino un cuerpo político híbrido donde el sufragio universal -impuesto por las luchas obreras y feministas- vigile una oligarquía de élites parlamentarias y una plutocracia de élites empresariales. Ya que los excesos pueden venir tanto del demos (igualitarismo) como de la avaricia y el interés corporativo, las élites han de balancear la situación siendo el "bipartidismo de centro" el ideal. Contra esto los movimientos de los sesenta abogaron por una democracia que llamaban "participativa", ahora radicalizada en el reclamo de una transición hacia la "democracia 2.0" (no solo participar, sino poder decidir en red).
Algo más vincula ambas primaveras. Mayo del 68 fue el ecuador de un ciclo de luchas que llegó hasta el final de los años setenta y comenzó en los cincuenta con la descolonización. El rechazo a la guerra de Vietnam fue un ejemplo entre otros de la solidaridad anti-imperialista que lo atravesaba. Tahrir es hoy el símbolo. Egipto fue a comienzos del siglo XX una de las más florecientes democracias, hasta que los británicos, para mantener el dominio, impusieron regímenes teocráticos. La Primavera Árabe y antes Chiapas detonaron la politización de la vida conectada a redes sociales, así como hasta el 68 llegaron los insumos de las guerrillas latinoamericanas o la rebelión en Argelia. La guerra en Iraq es nuestro Vietnam, situado entre la irrupción del movimiento alterglobal (Seattle 1999) y la mundialización en curso de las luchas de los indignados.
Esta política de movimiento es la antítesis de lo único que no fue un circo en el debate presidencial, aquello que casi llegaron a decir cuando se acababa el tiempo. Cuando no hay razones económicas y manda la policía de los acreedores, solo quedan medidas imperiales. Quien más fuerza tenga podrá exportar su crisis a otra parte. A esto juegan todos los mandatarios, y contra eso se revuelve en su jaula de austeridad el precariado y la solidaridad global de quienes de verdad luchan por la democracia.
Zoopolitik es un grupo de trabajo formado por los investigadores y activistas Antón Fernández de Rota, Carlos Diz Reboredo, Martín Cebreiro López y Rosendo González.
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