Tragedia personal y colectiva
Dos ejes igualmente importantes recorren esta partitura de Músorgski: el drama personal del zar Borís y la tragedia colectiva del pueblo ruso, tragedia que se asoma aquí a un pasado ancestral y que parece proyectase, en un trazo casi premonitorio, hasta la actualidad. Por eso resultan especialmente significativas las palabras del demente cuando exclama: "Llora Rusia, llora, pueblo hambriento...". Esta escena se interpretó según la revisión hecha por el compositor en 1872, aunque su núcleo ya se encontraba en la versión original de 1869, que fue la utilizada en el resto de la partitura.
Faltó, en la lectura que dio Wellber, el fatalismo que la recorre de principio a fin. El público debe presentir, desde la primera nota, que todo el boato es efímero, que el protagonista está condenado de antemano (y que él lo sabe), que lo está también el falso Dmitri, el pequeño Fiódor y -ellos más que nadie- la multitud de siervos, borrachos y dementes. Esa predestinación y esa querencia de lo popular y de lo marginal, tan caros a los rusos, no se obtienen multiplicando decibelios o atropellando el tempo: con ello sólo se empeoró la calidad sonora, tantas veces demostrada, de la orquesta y el coro del Palau de les Arts. Muy bien, sin embargo, estuvieron las corales infantiles y el niño Iván Khudyakov. El Coro de la Generalitat y los figurantes compusieron con sus movimientos, iluminación e indumentaria un atractivo resultado plástico. La economía de medios presidió la eficaz labor del cineasta Andréi Konchalovski.
BORÍS GODUNOV
De M. Músorgski. Dirección musical: O. M. Wellber. Dirección escénica: A. Konchalovski. Solistas vocales: O. Anastassov, A. Morozov, K. Plúzhnikov, N. Schukoff, V. Matorin, I. Khudyakov y A. Zorin, entre otros. Coro y Orquesta de la Comunidad Valenciana. Escolanía de la Mare de Déu dels Desemparats. Pequeños Cantores de Valencia. Palau de les Arts, 5 de noviembre de 2011.
Orlín Anastassov (Borís) fue ganando en profundidad desde la tercera escena hasta la última, donde los matices de su recitativo aumentaron en riqueza. Alexander Morozov (Plimen) cantó bien, pero se hubiera deseado un bajo más profundo y reposado para el papel. A Nadezhda Vasílieva (aya de Ksénia) se le hurtó la canción popular que le corresponde en la quinta escena, secundada por el zarevich. Los tenores (Grigori y Shúyski) flojearon algo más, cumpliendo el resto del reparto.
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