La cotidianidad no tiene estribillo

El debut discográfico en solitario de Nacho Umbert (Barcelona, 1971) fue uno de aquellos raros casos en los que un buen disco viene acompañado de una historia incluso mejor. Después de 13 años apartado de la música, el otrora líder de Paperhouse, proyecto epítome del indie español de los noventa -tanto por sus filiaciones musicales alrededor del slowcore como por su muerte silenciosa-, volvía a la música tras vivir una epifanía durante una cena en que una amiga le puso un disco de Lambchop. Se compró una guitarra, se apuntó a clases para recordar la formación de acordes y lanzó Ay... (Acuarela, 2010), un disco de folk contemporáneo compuesto a golpe de inspiración y producido por Raül Fernández (Refree). "Mentiría si dijera que no he sentido ningún tipo de presión a la hora de componer los temas del segundo disco", dice el barcelonés al respecto de su nueva referencia, No os creáis ni la mitad. "A veces, te sorprendes pensando si este o aquel tema le van a gustar a esta o aquella persona a la que tanto le gustó el primer disco. Luego, te das cuenta de que eso no tiene demasiado sentido y sigues adelante. Estoy en esto para pasármelo bien, no para colmar expectativas".

"A mi edad, este mundo de la música ya no ejerce la misma fascinación"

El segundo largo de Umbert es un asunto mucho más sofisticado que su debut. Las composiciones mantienen el tono costumbrista y el desprecio casi absoluto por esa cosa llamada estribillo, pero ofrecen una más amplia y rica variedad de matices. A partir de ellos, Fernández compone una de sus producciones más sensibles y sensatas hasta la fecha y el ex-Paperhouse se permite arriesgar con el lenguaje, componer narrativas más elaboradas y saltar del catalán al castellano y viceversa con la misma naturalidad con la que lo hace en su cotidianeidad. Incluso canta. "Raül se lo pasa bien conmigo, porque le dejo hacer mucho y mi manera de componer le invita a implicarse. Mis temas poseen estructuras muy abiertas y eso es una bendición para un productor tan creativo como él. Soy consciente de que sabe mucho más que yo y él se explaya. A veces, me comenta incluso las letras, y ahí ya me tengo que poner un poco protector con mi trabajo, pero, en general, la nuestra es una relación casi perfecta. Me gusta dar libertad a la gente que trabaja conmigo". Esta actitud se hace extensiva tanto a Raül como a los músicos que forman La Compañía, la banda que le acompaña en directo. Y es que, de alguna manera, el hecho de que Umbert pasara más de una década alejado de la escena, y tenga las amistades hechas y la vida laboral encarrilada (es diseñador), lo convierte en un personaje difícilmente ubicable en el panorama indie patrio. "Me siento diferente, pero tampoco voy a hacer bandera de eso. No me siento en un rincón y me hago el huraño, pero lo cierto es que, a mi edad, este mundo de la música ya no ejerce esa fascinación adolescente. A veces, llamo a Raül y él me da consejo sobre algún periodista o alguna sala. Siento que estoy aprendiendo con 40 años. Es maravilloso".