Un exguerrillero se alza con la alcaldía de Bogotá
Las elecciones regionales en Colombia refuerzan al presidente Santos
Las elecciones regionales y municipales celebradas el domingo en Colombia han confirmado el enorme apoyo que tiene el presidente, Juan Manuel Santos, cuyo Partido de la U se consolida, y han situado al frente de la alcaldía de Bogotá a un exguerrillero, Gustavo Petro. Pero también han supuesto un revés para el expresidente Álvaro Uribe, que ha visto cómo los candidatos a los que apoyaba cosechaban derrotas. Los comicios vienen a legitimar la posición de Santos, que se ha desmarcado de Uribe y propugna un gobierno de unidad nacional, alejado de la beligerancia de su antecesor.
El expresidente, principal protagonista de la vida política colombiana en la última decada, bien podría estar tranquilo en los cuarteles de invierno de su retiro, pero decidió volver a la plaza pública en estas elecciones regionales donde se renovaba a concejales, diputados, alcaldes y gobernadores en todo el país. Uribe, con megáfono en mano, se la jugó a fondo por varios candidatos de su predilección. El fracaso más fuerte sin duda fue la pérdida de la alcaldía de Bogotá, en donde su candidato, Enrique Peñalosa, fue derrotado por Gustavo Petro, de 51 años, exguerrillero del M-19, y uno de sus más enconados adversarios. Petro, que rompió con el izquierdista Polo Democrático, se presentó al frente del movimiento ciudadano Progresistas y obtuvo el 32% de los votos. Muchos analistas consideran que Peñalosa, que en las primeras encuestas era favorito, echó por la borda la alcaldía al recibir el abrazo de Uribe, porque el fantasma por los escándalos de corrupción que ahora gravitan a su alrededor es demasiado fuerte.
Los comicios son un revés para Uribe, cuyos candidatos han sido derrotados
A pesar de los hostigamientos e intentos de la guerrilla por alterar el proceso, en los 1.102 municipios hubo votaciones. Esto a pesar de que durante los seis meses de campaña se registraron 40 candidatos asesinados, 92 amenazados y ocho secuestrados. Sin embargo, en la jornada dominical la casi mayoría de ciudadanos que fueron a las urnas lo hicieron con tranquilidad.
El presidente Juan Manuel Santos sostiene que estas elecciones fueron las más pacíficas de la última década. Uribe cree lo contrario y dice que el orden público se ha deteriorado. Esa inquietud fue una de las razones que lo llevaron a arengar en las manifestaciones con discursos en los que, además de defender sus ocho años de gobierno, entre líneas disparaba fuego a Santos.
En un país donde reina una tremenda organización de los partidos y el caudillismo es la norma, Uribe creyó que iba a volver a ganar en cuerpo ajeno. Pero ni siquiera ganó en Medellín, ni en Antioquia, su feudo natural. En esta capital ganó el liberal Aníbal Gaviria y en el departamento venció el líder de los Verdes, el matemático Sergio Fajardo, quien de paso se convirtió en el gran barón electoral del país al obtener casi un millón de votos.
Del círculo más cercano a Uribe, barones electorales que él estaba preparando como presidenciables, también fueron derrotados en estas elecciones. El más importante es Óscar Iván Zuluaga, quien fuera su ministro de Hacienda, y quien volcó sus esfuerzos en Caldas y Pensivania con un resultado desolador: perdió tanto en su departamento como en su natal poblado.
A nivel de colectividades, el músculo político que mantuvo airoso a Uribe durante los ocho años de gobierno, el tradicional partido conservador, prácticamente fue borrado del mapa electoral. Los resultados harán, sin duda, que Santos, defensor a ultranza de la unidad nacional, marque un divorcio definitivo con Uribe. Una relación que ya venía en franco deterioro y que ahora, sencillamente, se hará oficial.
De hecho, este lunes Santos dio sepultura definitiva al Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, agencia de seguridad manejada desde la Casa de Nariño y envuelta en gravísimos escándalos porque era utilizada para hacer persecuciones ilegales a periodistas, magistrados de las cortes de justicia y políticos de oposición. Una de las víctimas, el líder del partido Liberal Rafael Pardo, y también declarado opositor de Uribe, será llamado para integrar el Gabinete de Santos.
Si bien en política se dice que nunca nadie está muerto, en el caso de Uribe hay una paradoja insalvable: hoy por hoy es el único colombiano que legalmente no puede aspirar a volver a ser presidente de Colombia. Eso lo sabe Santos, quien ya puede estar mirando de reojo su reelección, en 2014, mientras en estas mismas horas prepara una nueva cita con su "nuevo mejor amigo", el presidente Hugo Chávez. Uno de los objetivos de Santos es que el país tenga excelentes relaciones con sus vecinos, así sea con Chávez, uno más que debe estar celebrando la debacle electoral de Uribe. La figura que copó los espacios políticos de la última década de un país que ahora le dice adiós.
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