_
_
_
_
Entrevista:YURI LUZHKOV | EXALCALDE DE MOSCÚ | ENTREVISTA

"El temor reina en Rusia"

Pilar Bonet

El enérgico Yuri Luzhkov, alcalde de Moscú de 1992 a 2010, cree que, al volver a la presidencia de Rusia, Vladímir Putin debe prescindir de Dmitri Medvédev como compañero de viaje. "Medvédev no debe ser el próximo primer ministro de Rusia, porque con él, Putin no podrá resolver los problemas del Estado", afirma Luzhkov en una entrevista con EL PAÍS.

Antes de que Medvédev lo cesara por "falta de confianza" a fines de septiembre del año pasado, las televisiones del Kremlin presentaron al alcalde como el "padrino" mafioso de la capital. Pero los escándalos que le atribuyeron entonces no se han traducido en ningún proceso contra él ni contra su esposa, la empresaria Yelena Batúrina, que ya no es "la mujer más rica del Estado", tras vender la mayoría de sus negocios en Rusia (Inteko). Batúrina, explica Luzhkov, vive en Europa y procura no viajar a Rusia, porque desconfía de sus autoridades, "de las que se puede esperar cualquier cosa".

"Medvédev no es la mejor opción como jefe de Gobierno y no lo digo porque me despidiera"
"Las revueltas rusas son crueles, desorientadas, no tienen nada que ver con las árabes o europeas"
"En este país no veo condiciones aceptables para el trabajo político. No hay democracia"
"Si Putin nombra ministro a Medvédev, será por agradecimiento o por amistad"

Luzhkov reside en Moscú. Sus dos hijas fueron enviadas a estudiar en Reino Unido tras su cese, y cada vez que quiere visitarlas pide visado para viajar a Londres. La separación de su familia le resulta "poco confortable", pero no merma su vitalidad. Ha recuperado su interés por la química, su antigua profesión; sigue dedicado a la apicultura, y desarrolla otras facetas. En la Universidad Internacional de Moscú (UIM), donde es decano de la Facultad de Gestión de Grandes Urbes, ha presentado una ponencia sobre Sócrates y ha escrito una obra de teatro sobre el filósofo griego.

Pregunta. ¿Cómo valora el tándem entre el presidente Dmitri Medvédev y el jefe de Gobierno Vladímir Putin?

Respuesta. El liderazgo fue siempre de Putin, que tuvo que aceptar muchas decisiones de Medvédev, aunque no le gustaban, porque no quería que este apareciera como disminuido.

P. ¿Qué dirán los manuales de historia sobre Medvédev?

R. Nada provechoso, ni positivo. Han sido cuatro años perdidos.

P. Y la presidencia de Vladímir Putin (2000-2008), ¿también fue una época perdida?

R. No lo fue, aunque tuvo grandes fallos. Si Putin vuelve, Medvédev no es la mejor opción como jefe de Gobierno. No lo digo por resentimiento porque me haya despedido. Como alcalde, yo no empeoré la vida de los moscovitas. Medvédev, en cambio, no puede decir que haya mejorado la vida del país. Si Putin toma decisiones para democratizar Rusia, se ganará una gran confianza, pero debe hacer cambios radicales y hay que ayudarle a formar un sistema de dos partidos como mínimo, que compitan entre sí. Si no forma un segundo partido que equilibre el sistema, perderá una gran oportunidad. Además, debe apoyar a la pequeña y mediana empresa y no basar la economía en los oligarcas.

Hoy en nuestro país reina una atmósfera de inquietud y de temor, por la unidad del Estado, por los negocios, por la vida. En 20 años, Rusia ha perdido cerca de 11 millones de personas. Seis millones se convirtieron en ciudadanos de otros países y otros cinco millones residen en el extranjero. Son gente cualificada que saldrá adelante. En esta universidad (UIM), el 74% de los estudiantes dicen que se quieren marchar a Occidente cuando acaben la carrera.

Para cambiar las cosas, solo hay dos caminos: o bien pasos hacia la democratización desde arriba, para los que es necesaria una voluntad que Medvédev nunca ha mostrado, o bien presiones desde abajo, que asustan, porque las revueltas rusas son crueles, desorientadas, se desbordan y no tienen nada que ver con los levantamientos árabes o europeos.

P. ¿Cuándo comprendió que el Kremlin quería echarle?

R. Cuando comenzó la campaña contra mí en el verano de 2010. Llevo 20 años en política y me acuerdo de la campaña contra mí de 1996, provocada por los celos de Yeltsin. Y de la campaña de 1999, a causa de la posición que adopté sobre el fiscal Yuri Skurátov, quien comenzó una activa y decidida lucha contra la corrupción en las altas esferas del Estado. Skurátov se puso en contacto con Carla del Ponte y asustó a algunos al comenzar a examinar las cuentas de la "familia" (de Borís Yeltsin) y otras cuentas en Suiza que contribuían a engrosarlas.

P. ¿Qué relaciones tenía usted con Putin?

R. No teníamos gran amistad, pero sí una buena relación, incluso de confianza. Discutíamos por problemas prácticos, no políticos. La capital resolvía sus problemas sociales, no pedía nada y daba grandes beneficios al Estado. Putin había sido el vicealcalde de San Petersburgo y por eso comprendía lo difícil que es dirigir una ciudad tan grande. Con la llegada de Medvédev cambiaron muchas cosas. En Rusia, la falta de experiencia y el deseo de parecer un dirigente fuerte siempre acaban en demostraciones de poder, castigos, ceses, exhibiciones de músculo y ceños fruncidos.

P. ¿Esas manifestaciones son síntomas de falta de confianza en sí mismo?

R. Son síntomas de un dirigente que no da la talla, algo que no tiene remedio. Pero Medvédev no es tonto. Tuve dos conflictos con él. El primero, cuando él era el jefe de la Administración del Kremlin, por una subida de salarios al personal médico, y otro, más serio, de carácter político cuando, en una entrevista televisiva, me pronuncié por el restablecimiento de las elecciones de alcaldes y gobernadores, ya que me resultaba incómodo ser designado. Un alcalde nombrado por el presidente es muy distinto de un alcalde electo y además es anticonstitucional (Luzhkov fue elegido con rotundas mayorías en 1996, 1999, 2003 y 2007).

Tras mi pronunciamiento, Medvédev dijo que si no estaba de acuerdo, que me fuera. A propósito, ha mostrado esos aires de pequeño dictador con el exministro de Finanzas, Leonid Kudrin. Medvédev se comportó de forma vulgar con él solo para mostrar que es un presidente fuerte y no está disminuido. Cuando yo le presenté el cese, pero él no lo aceptó y dijo que siguiera trabajando. En realidad, me consideraba ajeno a su equipo de peterburgueses. Yo critiqué a las autoridades por abandonar la economía real y advertí del pésimo estado de la agricultura. Les acusé de practicar una política monetarista salvaje. Tampoco fui figura grata para Rusia Unida (RU), un partido de sirvientas que adoptaba sumisamente leyes antisociales.

P. ¿Cree haber cometido algún error en el pasado?

R. En mi calidad de líder del partido Otéchestvo [patria], mi error fue consentir en unirme con Edinstvo [unidad], esa entidad artificial creada por el oligarca Borís Berezovski. Otéchestvo tenía un gran potencial intelectual, pero no tenía dinero, a diferencia de Edinstvo [ambos partidos formaron Rusia Unida, el partido de los seguidores de Putin, en 2003]. Las dos formaciones deberían haber competido para conquistar autoridad en la sociedad.

P. ¿Qué espera del retorno de Putin al poder?

R. Putin está más formado que Medvédev. Acumuló experiencia contra el terrorismo y en la unificación del Estado, y sometió a los oligarcas. En su enfrentamiento con [Mijaíl] Jodorkovski, mostró a los demás oligarcas quién manda aquí. No creo que Jodorkovski sea culpable de robar petróleo y de los asuntos financieros de los que se le acusa, pero dirigió una empresa que amasó su capital sobre cadáveres, lo que como mínimo supone una responsabilidad indirecta.

P. ¿Cambiará la política rusa con la vuelta de Putin a la presidencia?

R. Putin tiene sentido común y, aunque limitó algunas libertades democráticas, se controla más que Medvédev. El país está aún peor que cuando llegó por primera vez al poder. La economía crece al 3% o 4%, tiene fondos de estabilización, pero eso no evita la catastrófica dependencia de los hidrocarburos. Se trata de una catástrofe real. Dependemos de la electrónica y hemos dejado de construir barcos y aviones.

P. ¿Podría Medvédev dar todavía una sorpresa como presidente?

R. No puede hacer nada, excepto seguir con esos estúpidos ceses. No tiene capacidad. Medvédev sería un primer ministro muy flojo, y si Putin lo nombra, será tal vez por agradecimiento, por solidaridad, por amistad, pero no será una decisión fundamentada ni para el Estado ni para Putin como presidente. Como primer ministro, Rusia necesita alguien que comprenda la necesidad urgente de desarrollar la economía real, y Medvédev no entiende nada de economía. Si los dirigentes centran su atención en el precio del crudo y no sobre la economía real, el presupuesto no aguantará, porque el petróleo no puede sostener todos los gastos sociales y militares.

P. Usted dijo que seguiría en la política. ¿Qué piensa hacer?

R. Soy realista y pragmático, y no un soñador. En este país no veo ahora condiciones aceptables para un trabajo político activo. No hay democracia. No hay libertad en los medios de comunicación. La situación económica empeora y nadie tiene posibilidades para desarrollar sus propias posiciones políticas. Veo un catastrófico descenso de la popularidad de RU, pero se lo merece por ser un partido de criadas.

P. ¿Por quién votará?

R. Esa es una pregunta terrible para mí. El único partido de oposición, aunque relativa, es el de los comunistas, que valoran la situación con sentido común y tienen algunas propuestas. Objetivamente, tendría que votar por ellos para que la Duma tenga su propio rostro, pero en 1991 acabamos con el comunismo, luchamos contra el sistema. ¿Acaso debemos volver ahora a los comunistas, aunque bien es verdad que estos han cambiado? Esta es la paradoja, el doloroso desgarramiento interior de nuestra vida. Seguramente no iré a votar.

P. ¿Qué le impide a usted presentarse a las presidenciales?

R. ¿Con qué perspectiva? No. Rusia va a elegir a Putin, que, por lo menos, será mejor presidente que Medvédev. Será más independiente, no se dedicará a pequeñeces, ni a esa tonta política de ceses. Cuando le preguntaron a Medvédev cuál era el principal resultado de su presidencia, dijo que había sustituido a la mitad de los gobernadores. Si hubiera dicho que la gente vive mejor, eso sí sería un resultado.

P. Cuando le cesaron como alcalde, dijeron que había 25 procesos contra gente de su equipo...

R. Solo juzgaron a uno, y no por irregularidades en la alcaldía.

P. De usted dijeron que estaba a la cabeza de un sistema de protección [krisha] piramidal que dominaba Moscú.

R. Sí, pero no me han acusado formalmente de nada, y nadie dijo claramente por qué el presidente me expulsó. Fíjese, qué expresión tan cruel: me expulsaron, me echaron como un paria, como un canalla.

P. ¿Hay algún proceso contra usted o contra su mujer?

R. Ninguno.

P. Pero su mujer no quiere volver a Rusia.

R. Porque para Yelena lo más preciado son sus hijas y sabe de la crueldad, perfidia e injusticia de las autoridades, que pueden hacer lo que les dé la gana, como, por ejemplo, impedirle visitar a sus hijas.

P. Su esposa dejó de ser la mujer más rica de Rusia.

R. Así es. En Rusia le quedan dos o tres cosas, un negocio muy moderno y efectivo por su tecnología en el sector de la construcción.

P. ¿Tiene negocios en España?

R. Tenemos una casa en la montaña, cerca de Marbella, en La Zagaleta, de camino hacia Ronda; la compramos hace ya años. Está junto a una pendiente donde plantamos árboles frutales, y allí tengo tres colmenas que dan una miel fantástica. Mantengo un jardinero y un apicultor, y vamos tres veces al año. Es una casa que da gastos, pero también satisfacciones, disfrutamos de la privacidad y de servicios comunes como dos campos de golf. En la costa de Marruecos, mi mujer quiere construir algo como La Zagaleta.

P. ¿Qué prefiere, Crimea, en Ucrania, o Andalucía?

R. En Andalucía me siento mejor porque, como otros compatriotas, cuando voy a Crimea experimento un síndrome de pérdida injustificada de aquel territorio donde se vertió la sangre de muchos rusos. Al perder Crimea, Rusia se ha convertido en un país nórdico, y en nuestro emblema no solo tenemos osos, sino osos blancos.

P. Dicen que se ha aficionado a Sócrates. ¿Qué ve en él?

R. Firmeza en la defensa de sus principios. Se negó a arrepentirse y dijo al tribunal que le había condenado a muerte que recibiría una cruel lección de la historia y que los atenienses, privados de su potencial intelectual, solo serían interesantes para otros por sus propias ruinas. -

Yuri Luzhkov, exalcalde de Moscú, durante la entrevista.
Yuri Luzhkov, exalcalde de Moscú, durante la entrevista.FOTO: ANATOLI MORKOVKIN

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_