Solo la verdad. Antología fundamental

Anna Politkóvskaya, reportera e investigadora de Novaya Gazeta, que con su obsesión por denunciar los abusos de la Rusia postsoviética se convirtió en símbolo de la resistencia al autoritarismo de Vladímir Putin, fue asesinada de un disparo en el ascensor de su casa el 7 de octubre de 2006. El crimen está todavía impune. Cabe suponer que la mano que meció la cuna tenía dos objetivos: uno, silenciar una voz crítica que cada vez hallaba más eco dentro y fuera de Rusia; y dos, hacer cundir el miedo entre los pocos periodistas rusos que aún se atrevían a desafiar al poder. Con alguna reserva, cabe decir que la segunda de las metas se ha alcanzado con creces. La suma de ambos elementos convierte las próximas elecciones legislativas y presidenciales en un trámite que se limitará a consagrar lo ya decidido: la entronización del zar Putin, dispuesto a regir de forma autoritaria los destinos de su país hasta 2024. El otro objetivo de los asesinos era silenciar a la propia Politkóvskaya, y ahí, sin embargo, han fracasado. Cuando vivía, el eco de los escritos de la periodista -incluso amplificado por numerosos premios en el extranjero que reconocían su valor- era limitado. Muerta, se ha convertido en un mito, casi en una mártir, una referencia obligada a la hora de explicar la situación en Rusia, y en una personalidad mundialmente conocida, como demuestran las innumerables recopilaciones de sus artículos publicadas en estos cinco años en muchos países. Solo la verdad. Antología fundamental es la mejor prueba de que sigue viva, de que aún suscita el interés de los lectores, entre otras cosas porque el fondo de su mensaje también sigue vivo y muchos de sus artículos podrían escribirse hoy con mínimos retoques. Los artículos y reportajes de investigación sobre el conflicto de Chechenia y del Cáucaso Norte en general, origen del ascenso de Putin al poder y germen de muchos de los males que aún afligen a Rusia, ocupan la mayor parte de esta antología. Desde las oscuras motivaciones de la segunda guerra de Chechenia a las denuncias de atrocidades cometidas por las fuerzas rusas; la búsqueda de castigo a los carniceros, y la revelación de la incompetencia, la barbarie y el desprecio de la vida humana que hicieron posible las matanzas para acabar con dos sonadas tomas de rehenes por milicianos chechenos: en el teatro Dubrovka de Moscú (2002) y en una escuela de la localidad osetia de Beslán (2004). Algunas frases de Anna Politkóvskaya recogidas en este libro desvelan su fibra moral y constituyen el mejor homenaje posible: "El exilio no es para mí. De ese modo, ellos ganarían"; "sé que la espada de Damocles pende sobre mí, pero no pienso rendirme"; "la libertad de expresión está en las últimas, sólo confío en la información al cien por cien si la he conseguido yo misma".