El músico ciego
¿Es posible que haya llegado en España la hora de leer a Korolenko, como se ha leído a Tolstói, Dostoievski, Turguénev, Gógol, Chéjov o Gorki? De un rango semejante a esos autores, no han sido muchas, sin embargo, las oportunidades del lector español para acceder a los libros de Korolenko, aunque se dispuso en 1966 de un volumen de Obras escogidas publicadas por Aguilar. La coincidencia de una doble edición de El músico ciego (esta en Alianza y otra en Barataria, que comenzó su recuperación este mismo año con la novela Sin lengua, sobre la emigración rusa a Estados Unidos) parece el mejor de los augurios. Y sería deseable que la racha continuara. Korolenko asumió, con un sentido más práctico que Tolstói, la protesta tanto contra la injusticia zarista como la denuncia de las atrocidades de la revolución. Su informe sobre la pena de muerte conmovió al autor de Anna Karenina hasta las lágrimas. Korolenko prodigó mucho de su talento literario en intervenciones periodísticas, guiado por "los acontecimientos del momento", como señaló Rosa Luxemburgo. No obstante, dejó un copioso legado artístico, siempre impregnado de responsabilidad civil, y esta novela particularísima, El músico ciego, de una delicadeza y hondura poética extraordinarias, a modo de estudio, según el autor, de la "atracción instintiva, orgánica, del hombre hacia la luz". Piotrus nace ciego, y con la ceguera se instala en su casa la desesperación. Su madre apenas sabe qué hacer con la desgracia del hijo; pero el tío Maxim, que quedó inválido de las piernas en su lucha contra los sables austriacos a las órdenes de Garibaldi, reconocerá el refinamiento del sistema nervioso del niño y emprenderá una pedagogía con su sobrino que terminará por despertar su vocación musical. En el proceso de la captación de la realidad del ciego, por medio del oído y el tacto, Korolenko muestra una sutileza psicológica ciertamente inusitada; el drama interior de Piotrus se resuelve al renunciar el ciego a su propio sufrimiento y hacer de la interpretación musical no un sosiego para su espíritu, sino una forma de liberación.
El músico ciego
Vladímir Korolenko
Traducción de Ricardo San Vicente
Alianza. Madrid, 2011
236 páginas. 16,50 euros
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
Últimas noticias
La Cámara de Representantes rechaza dos propuestas para impedir a Trump lanzar un ataque unilateral contra Venezuela
Los campesinos amagan con revivir las protestas en México por los precios de las cosechas
Kylian Mbappé tampoco puede librar en Talavera: “Ha sido decisivo, por eso lo hemos mantenido”
El Baskonia sigue fuerte en el Buesa y suma una victoria de prestigio ante AS Monaco
Lo más visto
- La población de pumas de la Patagonia se dispara gracias a una presa inesperada: los pingüinos
- El Supremo ordena al ex fiscal general el pago de la multa y la indemnización a la pareja de Ayuso que le impuso al condenarle
- El Gobierno de Mazón pagó 107 millones de euros más a Ribera Salud al aumentar su aportación por ciudadano
- Elon Musk, más cerca de ser el primer hombre en alcanzar una fortuna de un billón de dólares
- Víctor Manuel, músico: “El capital tiene que rectificar, nunca pensé que fueran a ser tan voraces”




























































