El PSOE, a la caza del voto indeciso
El retroceso socialista se detecta en toda España porque la causa es general: la crisis económica - Cataluña y Andalucía acusan las bajadas más relevantes
Todas las estrategias electorales anteriores son papel mojado. Han saltado por los aires ante la oleada de opinión pública en contra de los socialistas. Desde todos los puntos de España se mira a Madrid, al palacio de la Moncloa, al Gobierno, en busca de un culpable al que castigar. Poco importa cómo le haya ido a cada uno en su comunidad, en su provincia, en su ciudad, en su pueblo. Poco importa que el subsidio del desempleo aguante y sostenga a casi el 80% de los parados, cifra nunca alcanzada en España. Pero a juicio del PSOE la historia aún no está escrita por cuanto más de tres millones de antiguos votantes no tienen decidido su voto. Con solo la mitad de ellos a favor de nuevo de su antigua marca, el resultado no sería el que ahora vaticinan las encuestas.
Un tercio de los antiguos votantes no indica que vaya a apoyar a otro partido
Pero hoy por hoy con la pulsión social a la contra, el PSOE no puede afrontar las elecciones con la estrategia de buscar los agujeros negros electorales para incidir en ellos con un trabajo más intenso. Pero ahora toda España se ha convertido en un agujero negro para el PSOE, como reflejan los estudios demoscópicos.
La dificultad de detener la sangría territorio a territorio es gigantesca porque las causas de la misma "son generales y generalizables a toda España", reconocen en ese partido. Esas causas son la crisis económica y el deseo de castigar a quien ocupa la máxima responsabilidad: el Gobierno y el partido que lo sustenta, el PSOE, que es quien se presenta a las elecciones. También en esta campaña han caído otras certezas. Se mira a Cataluña y a Andalucía, graneros de voto de los socialistas, donde habrá una pérdida importante, pero los expertos matizan la impresión de que estas comunidades no serán la causa de la derrota del PSOE. "Cataluña y Andalucía no serán nuestra tumba, porque el comportamiento es igual que en todas partes, aunque se pierde más donde más se tiene", tratan de explicar en el partido.
Con este panorama, el objetivo "realista" del PSOE es el siguiente: pelear por superar el listón de los 130 diputados y dejar en el camino un reguero de 33 a 36 de los 169 que el PSOE tuvo en las elecciones de 2008. Este es el reconocimiento máximo que se obtiene de dirigentes socialistas de toda España después de mucho forcejeo. Nadie quiere en el equipo de Rubalcaba que el 20 de noviembre el electorado corrobore la apabullante derrota que todas las encuestas insisten en atribuir a los socialistas y que les situarían por debajo de las 120 actas. Una proyección del resultado de las elecciones municipales del pasado mes de mayo llevaría a una pérdida de 53 escaños repartidos en 22 provincias. No obstante, los expertos, tanto del PSOE como del PP, remarcan la dificultad de la atribución de escaños al desconocer el porcentaje de participación.
Aun con la incógnita de la participación hay percepciones que podrían ajustarse a la realidad, según reconocen diferentes líderes territoriales. En Andalucía el PSOE podría perder ocho escaños, según calibran en el PSOE, y ese sería "un buen resultado".
En Cataluña, la pérdida del PSC sería de 9 escaños, quedándose en 16. Solo en Barcelona podrían caer 6 de ellos y, el resto, repartidos entre las otras tres provincias. Lejos por tanto del espectacular resultado de 2008, cuando el socialismo catalán ganó las elecciones al Congreso de los Diputados con 25 escaños.
Fue un resultado excepcional, pero la teoría de que el PP no podría gobernar en España mientras perdiera las elecciones en Cataluña y Andalucía se rompió en 1996 y en 2000, cuando el PP ganó dos veces con resultados entre discretos y malos en esas dos comunidades.
No cabe duda, en todas las circunstancias, del peso de esas dos comunidades en el conjunto del voto socialista. Andalucía y Cataluña suman el 32% del censo y el PSOE obtiene un 36% de los votos. Estas dos comunidades son al PSOE lo que Valencia y Madrid son al PP: 23% del censo y un 31% de apoyo para los populares.
Y aunque Madrid registrará también merma para los socialistas, aún confían en que haya voto oculto y esa pérdida de cinco escaños, de 15 a 10, no se consume. En las encuestas del PP, según distintos interlocutores, su resultado sería histórico porque podría llegar a hacerse con 21 escaños y dejaría al PSOE entre 9 y 10. Pero hasta los propios dirigentes populares muestran cierto escepticismo hacia esa previsión demoscópica: no creen que ellos suban tanto y el PSOE descienda en esa proporción. "Creemos que en Madrid hay voto oculto", dicen en el PSOE.
La esperanza del voto oculto también se da en todas las circunscripciones, grandes y pequeñas. Si no es así, se cumplirían los peores designios. Si hubiera repetición de comportamiento electoral en la Comunidad Valenciana del resultado de las elecciones municipales de mayo pasado, el próximo 20 de noviembre Valencia perdería tres escaños y uno Alicante.
En algunas provincias la pérdida necesariamente será pequeña o ninguna porque el sistema electoral garantiza representación a los dos grandes, PSOE y PP, a no ser que se produjera la extinción total de uno de ellos. Se nota que el PSOE perdió por un escaño Castilla-La Mancha, ya que si se repitieran los resultados sería difícil que en esta región la situación fuese a cambiar sustancialmente con respecto a cuatro años atrás.
El punteo del mapa lleva a perder uno en todas las provincias gallegas, quizá con la excepción de Lugo, y ocurre lo mismo en el País Vasco, en Asturias, en Navarra, en La Rioja, y por provincias, en Zaragoza y Teruel y en tres de Castilla y León. Podrían retroceder León, Salamanca y Burgos. En Ceuta y Melilla el PSOE no obtuvo representación y así parece que continuará. Baleares y Canarias también retrocederán.
Así, el goteo de pérdidas recorre toda España. Todavía aspiran a dejar en el camino solo una treintena de escaños. Ese resultado no lo avalan las encuestas, pero el PSOE apela a la campaña y a su gran esperanza: los indecisos. Casi un tercio de antiguos votantes se mantiene fijo en esa casilla. Nadie sabe qué harán el 20 de noviembre, cuando tengan que coger una papeleta.
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