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ENTRE FANTASMAS | FÚTBOL | Décima jornada de Liga
Columna
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La chica de moda

¿Se acuerdan de Juanita la Muerte? ¿Un folclórico esqueleto mondo y lirondo con guadaña al hombro y vestido de lunares con volantes como si fuera a bailar sevillanas en un tablao? Pues el otro día me la encontré en el Corte Inglés probándose un par de guantes que camuflaran sus metacarpos. Nada más verme, me mostró con sardónica sonrisa la foto-finish de ETA al tiempo que, en sincrónico acontecer, los televisores en oferta, como si de la repetición de la jugada se tratara, alternaban la estremecedora visión de un zarandeado dictador convertido en sanguinolenta piltrafa humana y la grotesca aparición de tres tétricos fantasmas con funda de almohada cubriéndoles el rostro y chapela encasquetada.

Los designios de los dioses, árbitros y jueces suelen ser más caprichosos que inescrutables

Pregunté a la Muerte por la sección de deportes y me dijo que el deporte, ahora, era ese: oír y ver hasta la saciedad lo sucedido y contrastar opiniones y dispares reacciones, cuando no sembrar cizaña. "Como en el fútbol", apuntilló con inoportuna ligereza, "lo que a unos les parece penalti a otros no, lo que para unos es motivo de alivio o alegría para otros es causa de reticencias o agoreras predicciones". El linchamiento del tirano ponía de manifiesto una vez más la salvaje ferocidad de una multitud enardecida. Sin embargo, resultaba imprudente y desproporcionado equipararlo a la violencia generada en las gradas de un estadio, objeté. "Pues no hagáis olas, por si acaso", aconsejó y se puso el guante izquierdo en la mano derecha o viceversa.

Por supuesto, lo de ETA no era asunto para comentarlo de oídas. Ni de Oreja. Y menos aún en la planta de caballeros de un Corte Inglés. Hablemos de fútbol, me dije para mis adentros. Pero, lo siento, no podía dejar de pensar en qué clase de conjunción astral había provocado el que los todopoderosos Gadafi y Sadam hubieran acabado, como ratas, saliendo de sendos agujeros. Por fortuna, en ese instante, un vehemente jugador del Real Mourinho me devolvió a la realidad: él era Pepe y yo estaba en una página deportiva. Eufórico por el triunfo de su equipo y el tropiezo del Barça, tras subir a trompicones las escaleras mecánicas descendentes, el defensa arrolló a Juanita la Muerte, tumbándola patas arriba y cayéndole encima en comprometedora posición. A pesar de dejarla jodida y descuajaringada, Pepe le cayó bien y Juanita le regaló su guadaña para que segara el césped a la altura de los tobillos en lugar de soltar los tacos a la altura del esternón. Agradecido, el muchacho se escabulló, peldaños abajo, por las escaleras ascendentes.

"¿Crees que sabe quién soy?", me preguntó Juanita articulando las rótulas de las rodillas con los cóndilos del fémur en un tardío alarde de coquetería. "Todo el mundo te conoce", la tranquilicé; "eres la chica de moda que sale cada día en los telediarios y, con los recortes que vienen, acabarás suplantando definitivamente a las presentadoras". No captó el sarcasmo. "¿Por qué dices eso?", inquirió ilusionada. "Porque la Muerte en directo es más barata", respondí. "Tienes razón", admitió; "a fin de cuentas, solo les cuesto la vida".

Sin que existiera ninguna relación causa efecto y de repente, pasó persignándose por aquel Corte Inglés el prestigioso entrenador Bielsa, recién llegado del convento de las monjas clarisas de Gernika, gracias a cuya intercesión el divino pito del árbitro croata Ivan Bebek había otorgado dos penaltis inexistentes para que el Athletic obtuviera el liderato del Grupo F en la Liga Europa.

Los designios de los dioses, árbitros y jueces suelen ser más caprichosos que inescrutables. Mientras el Salzburgo ve penalizada su poca fe en las clarisas, nos llega la noticia de que el Club Colón, de la Primera División argentina, ha retirado la imagen de la Virgen de Guadalupe del Cementerio de los Elefantes, nombre con el que se conoce su estadio en Santa Fe. La imagen, supuestamente protectora, se cernía sobre el terreno de juego hasta que directivos y jugadores llegaron a la conclusión de que les traía mala suerte. So pretexto de restaurarla, provocaron un milagro a la inversa y la hicieron desaparecer. En la misa de desagravio, espoleados por la homilía, cundió la sospecha entre los fieles de que había sido destruida. La investigación arrojó un resultado sorprendente: la Virgen se encuentra en las oficinas del Levante y, al parecer, ha recobrado sus mágicos poderes.

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