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Reportaje:MOTOR | Tragedia en Sepang

El llanto de Rossi

Simoncelli idolatraba a Vale y compartían el tiempo libre en las carreras y en casa

Nadia Tronchoni

Cuando Valentino Rossi abandonó la pista, aturdido tras el choque, su gran amigo Marco Simoncelli yacía sobre el asfalto. Regresó a su garaje, se sentó en su silla y el mundo se le cayó encima. Las lágrimas asomaron porque era fácil percibir la tragedia. Cuando media hora más tarde Carmelo Ezpeleta, consejero delegado de Dorna, fue comunicando a los pilotos la gravedad del herido, Valentino imaginó que les estaban preparando para la noticia. No hizo falta decir nada. Se fundieron en un abrazo y rompieron a llorar. El nueve veces campeón mundial de motociclismo, implicado junto a Colin Edwards en el atropello que costó la vida al joven corredor, de 24 años, pasó uno de sus peores días.

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"Para mí, Sic era como un hermano pequeño, tan fuerte en la pista como dulce en la vida. Aún no puedo creerlo. Le echaré mucho de menos", escribía Rossi en su cuenta de Twitter pasadas las dos de la madrugada en Malasia. Ayer, ya de regreso a Italia, colgó una foto del duelo entre ambos en una de las curvas de Misano. "Yo le recuerdo así. Misano, 2011. Gran bagarre (Dando caña)".

Vale, como le llamaba, cuidaba de Simoncelli, le aconsejaba y compartía con él las horas muertas en las carreras. Una pizza era una buena excusa. Sus pueblos están separados 20 kilómetros. Pero también iban juntos al gimnasio y a practicar con motos de cross. Simoncelli, ocho años menor, le idolatraba. Rossi hizo una excepción con él, a quien en Italia veían como su sucesor por talentoso y carismático. Tras el fatal accidente, desapareció. Regresó al hotel con Giampiero Sacchi, uno de los padres deportivos de Simoncelli, y hallaron consuelo el uno en el otro. "Vale está destrozado", decían en su entorno; "ninguno de nosotros puede ponerse en su piel, intentar siquiera comprender lo que siente".

El dolor de Rossi es compartido por Paolo Simoncelli. Compañeros inseparables, el padre de Marco mantuvo una entereza tan sorprendente como irreal el domingo. Quiso donar los órganos de su hijo, pero no fue posible porque su corazón se paró demasiado pronto. Recibió las condolencias del paddock sin perder la compostura. "Esta mañana se ha derrumbado", advertían fuentes cercanas a él. Será peor cuando llegue a casa. "Por suerte, hemos podido acelerar la repatriación del cadáver", indicaba un representante de Dorna. El cuerpo de Simoncelli volaba ya de regreso y el jueves está previsto el entierro en Cattolica, su pueblo.

Fausto Gresini, propietario del equipo que dio una Honda oficial a Simoncelli, hablaba de un corredor "con un corazón de oro": "No recuerdo haberlo visto enfadarse ni una vez. Era leal, amaba los desafíos y nosotros éramos un simple instrumento para realizar sus sueños y dar rienda suelta a su pasión". Él ya vivió una pérdida similar con el fallecimiento del japonés Daijiro Kato en Suzuka en 2003 y deslizó a la prensa que pueden no correr la última carrera del Mundial, el 6 de noviembre en Valencia.

Mientras tanto, Axel Pons, de 20 años, sigue hospitalizado con un hematoma craneal tras una caída que obligó a parar a falta de dos vueltas la carrera de Moto2.

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Sobre la firma

Nadia Tronchoni
Redactora jefa de la sección de Deportes y experta en motociclismo. Ha estado en cinco Rally Dakar y le apasionan el fútbol y la política. Se inició en la radio y empezó a escribir en el diario La Razón. Es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Valencia, Máster en Fútbol en la UV y Executive Master en Marketing Digital por el IEBS.

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