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El final de la violencia etarra

ETA apenas conserva 50 terroristas libres y vive en la asfixia económica

Policía y Guardia Civil reivindican su papel en "la derrota" de la banda

Jorge A. Rodríguez

La policía y la Guardia Civil celebran que ETA anuncie el cese definitivo de la violencia. Lo hacen con cierta desconfianza pero también subrayando, con orgullo unánime, lo que para ellos es una obviedad: que si la banda se acaba no se debe a que ha hecho una reflexión de manera autónoma, sino a que los sucesivos golpes policiales la han llevado a una situación de debilidad y asfixia tal que no le ha quedado más remedio que abandonar. "Que nadie se engañe: a ETA la hemos derrotado", insisten mandos antiterroristas, que exhiben sus éxitos y lamentan tantos muertos, especialmente los de las propias filas. Ayer lo reiteraban sin paliativos: "Hemos provocado la rendición de ETA"

ETA abandona cuando apenas le quedan libres y en activo 50 terroristas (la cifra más baja en décadas); vive en la asfixia económica por la falta de ingresos; tiene a más de 700 de los suyos en la cárcel (el mayor número en toda su historia) y el apoyo popular al terrorismo (entre aquellos que llegaron a considerar a ETA como su ejército de liberación vasco) se ha esfumado a la misma velocidad que crecía el poder de Bildu.

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Pero llegados hasta hoy, ¿quién ha tomado la decisión del cese definitivo de la violencia? Y, sobre todo, ¿qué es ETA ahora, qué queda de ella? Los expertos antiterroristas consideran que la dirección colegiada de la banda, su cúpula dirigente que toma las decisiones, está formada por Iratxe Sorzabal, Izaskun Lesaka y David Pla. Ellos, en teoría, han tenido que gestionar la digestión del decidir y anunciar el adiós. Ellos fueron los que lanzaron el alto el fuego permanente, general y verificable. Y han sido ellos en teoría porque los expertos antiterroristas están convencidos de que han contado con un comité asesor de veteranos, de históricos de ETA con mucho más peso específico que los antedichos. El nombre de Josu Ternera surge siembre en las conversaciones con los agentes antiterroristas.

Pero en lo que insisten una y otra vez los servicios antiterroristas es en que el abandono de la violencia no ha sido fruto de una reconversión de ETA. "Que nadie piense que si la lucha antiterrorista hubiera fracasado se hubiese llegado a esta situación. Esto es fruto de la presión constante, de no dejarles respirar, de la colaboración internacional", subrayan fuentes del Ministerio del Interior. Los expertos insisten en que han sido decisivas las detenciones de dos de los jefes duros, los dos últimos grandes generales etarras: Garikoitz Aspiazu Rubina, Txeroki, y Mikel Kabikoitz Carrera Sarobe, Ata.

El fin de la extorsión del impuesto revolucionario y la catarata de detenciones policiales habían dejado a ETA en mínimos históricos: con apenas 50 terroristas en activo y en libertad -después de las casi 400 detenciones de los últimos ocho años- y obligada a hacer economía de crisis ante el desplome de sus ingresos, según fuentes antiterroristas. Es decir, la debilidad de ETA era extrema.

Ya el verano pasado, un informe de los servicios contra ETA advertía de que los golpes asestados por las fuerzas de seguridad hacían "muy difícil la vuelta a la actividad armada" y consideraban como prácticamente imposible "el retorno a escenarios pasados, cuando ETA alcanzó su máxima capacidad operativa". Pese a ello, en los últimos meses no han parado de moverse en Francia, con robos de coches y continuos cambios de domicilio.

La banda, una vez que renunció a extorsionar a los empresarios, se vio forzada a hacer ajustes al ver cómo se reducían sus arcas al perder su principal fuente de financiación. ETA vive de los ahorros y de las llamadas "aportaciones voluntarias" de quienes simpatizan con ella. Los ahorros no son desdeñables: en el primer semestre del año pasado, la banda recaudó 3,1 millones de euros, según mandos policiales.

Algunas fuentes antiterroristas aseguran que ETA ha vendido a raíz del alto el fuego de enero parte de las armas que tiene sin usar para hacer caja. Los expertos sostienen que la banda conserva aún grandes escondites de armas, como el mítico Chernóbil, una especie de gran almacén que antes o después tendrá que salir a la luz.

Los servicios antiterroristas subrayan que ETA, con adiós o sin él, conserva "una cierta capacidad operativa" y recuerdan con tristeza que matar es fácil. Sobre la posibilidad de una escisión de disconformes con el adiós no quieren opinar. "Un tío con una pistola puede hacer mucho daño", dicen lacónicamente.

A renglón seguido insisten en que ETA está en mínimos históricos. "Está claro que como son pocos y no tienen actividad operativa; es decir, no están cometiendo atentados, sus gastos son menores, pero se ven obligados a hacer economía porque los ahorros no pueden ser indefinidos", asegura un alto mando policial.

Los golpes de las fuerzas de seguridad, además de dejar a la banda en pésimas condiciones operativas y económicas, también han supuesto un serio revés para sus existencias criminales. La incautación de ingentes cantidades de material criminal y la duda sobre si sus zulos, sus depósitos provisionales de armas y explosivos estaban quemados (descubiertos), la llevó en junio a comprar material para fabricar bombas en Italia. Pero la presión volvió a funcionar cuando ese mismo mes fue detenido Iñaki Domínguez Atxalandabaso en Italia con todo el material que había comprado.

La Comisaría General de Información de la Policía y el Servicio de Información de la Guardia Civil insisten con enfado en reivindicar su papel, el de las fuerzas de seguridad francesas y el de la Ertzaintza en lo que consideran "una derrota" etarra. "No se le puede dejar a la gente de ese mundo que capitalice el fin de la violencia; esto es consecuencia del fracaso de lo que llaman lucha armada y de que no se les ha dejado respirar", añade un veterano comisario de la lucha antiterrorista.

Si el final es realmente irreversible, si no surge una escisión que quiera seguir matando, Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá Lezaún, asesinados el 31 de julio de 2009 en Mallorca, pasarán a la historia como los últimos asesinados por ETA en España. Pero en realidad será el policía francés Jean Sergé Nerín quien haya cerrado con su muerte en Francia, el 16 de marzo de 2010, la lista criminal que ETA abrió el 7 de junio de 1968 con el asesinato del guardia José Pardines Arcay en Villabona (Gipuzkoa). Medio siglo de asesinatos y atentados, con 829 muertos y miles de heridos.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)
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