Víctimas entre la esperanza y la indignación
Familiares de asesinados por la banda creen que el final de la violencia anunciado ayer no es el que ellos esperaban, pero se muestran dispuestos a la reconciliación
Han sido 829 muertos en 43 años de historia. 829 familias rotas que, a pesar del daño sufrido no han recurrido a la venganza y han puesto todas sus energías en que el Estado de derecho y la justicia dieran una respuesta proporcionada a los crímenes que destrozaron sus vidas. Hay víctimas de todas las ideologías y con puntos de vista diferentes sobre el cese definitivo de la violencia que ETA anunció ayer. Para algunos es un cierre en falso que no acaba con las reivindicaciones políticas de la organización terrorista y de los colectivos sociales que la apoyan y que no implica una entrega de armas y la disposición de sus miembros huidos a ser juzgados por sus delitos. Un final a medida de la izquierda abertzale que implicará necesariamente concesiones que ellos no están dispuestos a aceptar, como la vuelta de los herederos de Batasuna (integrados ahora en Bildu y Amaiur) a las instituciones, los acercamientos de presos a Euskadi o la concesión de beneficios penitenciarios.
Otros, sin embargo, se muestran mucho más posibilistas. Hablan de la "generosidad" que los demócratas deben mostrar hacia ellos a partir de ahora, pero no a cualquier precio. Todos reivindican que ETA reconozca el daño sufrido y les pida perdón de forma expresa para lograr una completa reconciliación para generaciones futuras.
EL PAÍS ha preguntado a cuatro víctimas del terrorismo sobre las perspectivas que se abren con el anuncio de ayer. Este es el resultado.
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