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Columna
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Los focos

A las tres de la tarde del pasado lunes pensaba titular esta columna "Se acabaron los focos", pero ahora que la escribo, pasadas unas horas, ya no estoy seguro de ello. A las tres de la tarde estaba casi convencido de que asistíamos a una especie de fiesta de fin de curso con algunas figuras de relumbrón invitadas, de esas que sirven para dar lustre y acaparar los focos, pero, pasadas unas horas, tampoco estoy ya seguro de ello. A las tres de la tarde me hallaba perplejo ante la conferencia que se iba a celebrar en nuestra flamante Casa de la Paz, y pasadas unas horas me hallo no tan, sino mucho más perplejo que antes. Estaba perplejo por el formato de una conferencia en la que parecía más relevante la escenografía que lo que se pudiera tratar en ella, tan breve de tiempo y tan cargada de asistentes. Y estoy mucho más perplejo tras conocer su resultado y que ha sido algo así como una proclamación apostólica: seis santones ungidos por no se sabe quién nos leen una declaración que parece una chuleta que se la haya pasado alguien. Me imagino lo que vendrá después, pompa y fanfarrias, pero de eso ya no tendré tiempo de hablarles.

Estaba dispuesto a aceptar que esto fuera una patochada, un altavoz a conveniencia necesario para que ETA dijera lo que muchos esperamos que diga. Podría aceptar, sí, que esta ceremonia sirviera como cámara de resonancia para paliar la total indiferencia a la que parecía abocado el final de la organización terrorista. Podíamos aceptar, aun con escrúpulos, una patochada o una ceremonia de fin de curso si eran la cortesía necesaria para que ETA proclamara su definitivo abandono. Pero mucho me temo que esto no haya sido una patochada y, sinceramente, leída la declaración final, he de confesar que se me caería la cara de vergüenza si fuera uno de sus firmantes. Dicen los sabios: "Queremos aclarar que no hemos venido aquí hoy para imponer algo o pretender que tenemos el derecho o autoridad de dictar a la ciudadanía de este país, a sus diversos actores y a sus representantes políticos qué se debe hacer". Y a continuación, en la chuleta que les pasan, sueltan cuatro recomendaciones, que ellos bien podían saber, salvo que sean tontos, que van a ser acogidas como un diktat por la parte contratante, y nos anuncian finalmente que están dispuestos a organizar un comité de seguimiento de las mismas. Puede que esto no sea exactamente dictar, pero sí supone hacer un ejercicio abusivo de una autoridad que nadie les ha otorgado.

Es evidente que no se han acabado los focos. Ignoro cuál vaya a ser la respuesta de ETA a este cebo sabroso que nos ha colgado, aunque dudo de que vaya más allá de anunciar su letargo, su latente existir. Y bajo su amparo vigilante, ahí están sus condiciones, introducidas con la astucia de la serpiente en la cuarta recomendación, que no es sino la sanción apostólica de su programa político. Quisiera equivocarme, pero tal vez haya quienes tengan que arrepentirse de haber estado ahí.

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