"Es más para Evans que para mí"
Contador afrontará en 2012 un Tour con más kilómetros contrarreloj y menos etapas de alta montaña que en los últimos años
El Tour, como el pelotón, es un animal de costumbres y 99 años presentando su carrera dan, claro, para mucho. No tiene 99 años aún, ya llegará, pero la autocompasión con que Miguel Madariaga recibe todos los años a quien se acerca a saludarle -"ay", dice el hombre que sobre sus anchos hombros soporta al equipo de Euskadi, "el año que viene será el último; ya se alegrarán muchos, que podrán llevarse más tranquilos a mis corredores, pero ya no voy a mover un dedo para buscar patrocinador; son 19 años y lo dejo"- es quizás más antigua que el propio Tour, nacido en 1903, pero en paro forzoso durante las guerras del siglo XX. O, por lo menos, tan antigua como Mark Cavendish, el sprinter más rápido, llegando tarde y ruidoso al teatro de la presentación. O como la censura habitual en el vídeo resumen del pasado -subrayado de victorias y dramas, qué hermoso el ciclismo; borrado, qué feo, el coche que atropelló a Flecha y Hoogerland, a los que se ve heridos sin más-. O como los adjetivos que utiliza Jean-Étienne Amaury, el dueño del Tour, que llamó "palpitante", oh corazón, a la edición de 2011, la de su Thomas Voeckler. O como los sustantivos de Christian Prudhomme, la cara de la organización, que dice "asperezas" en vez de puertos de segunda, callosidades u ojos de gallo en el mapa en relieve.
Prudhomme, orgulloso, dijo que había dibujado un Tour como le gustan, un Tour lleno de asperezas, un Tour pensando, dijo, en un corredor a lo Hinault, agresivo, atacante, rápido en todos los terrenos, o sea, pensando en un Voeckler, que es lo que hay en estos tiempos. Para ello, el Tour ha redistribuido la montaña, reduciendo el peso relativo de los grandes macizos tradicionales, Alpes y Pirineos, que se quedan en tres etapas -140 kilómetros por los Alpes, 340 por los Pirineos y una llegada en alto en cada uno-, y aumentando el relieve de las montañas de apenas mil metros -Vosgos, Jura y Prepirineos, con la insólita llegada en alto de La Planche des Belles Filles, el paso por el Grand Colombier en la raya con Suiza y el ascenso al muro de Péguère-.
Antes de la gran montaña, como era costumbre en los tiempos de Indurain, una contrarreloj casi larga, 38 kilómetros, y pasadas todas las cumbres, ya cerca de París, una larga, 52 kilómetros. Junto a los seis kilómetros del prólogo, el mismo trazado de Lieja donde ganó su primer maillot amarillo Fabian Cancellara en 2004, un total de 96 kilómetros de contrarreloj individual. Desde los 117 de 2007 nunca hubo tantos.
Por eso, antiguo como el tiempo, como el Tour casi, más viejo que el tiempo, en la forma de reaccionar, Alberto Contador, que ha ganado tres Tours, el ciclista en activo con más en su vitrina, dijo a bote pronto: "Es más para [Cadel] Evans que para mí". Una referencia al campeón de 2011, el australiano paciente que, en teoría, es mejor contrarrelojista. "Pero, claro...", y entonces el de Pinto dejó que la memoria le traicionase, "el Tour de 2007 tenía más contrarreloj aún y gané a Evans...". Y también podría haber añadido que ganó el de 2009 con 56 kilómetros solo o el de 2010 con 60. O que perdió el de 2011, tan montañoso, él, escalador, y que lo ganó Evans pese a que, con solo 42 kilómetros, es el que en la historia desde la guerra menos contrarreloj individual ha tenido. "No nos engañemos. Es un buen Tour para Alberto", dice Johan Bruyneel, que fue su director y ahora dirige al luxemburgués Andy Schleck. "No es ideal para Andy, pero tampoco imposible", concluye.
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