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Fuerte despliegue policial y gran expectación mediática

Decenas de personas increpan a los acusados

La Audiencia de Sevilla amaneció ayer convertida en un fortín vallado, custodiado por decenas de agentes del Cuerpo Nacional de Policía y enfocado por casi medio centenar de cámaras fotográficas y de televisión. El inicio de la primera sesión del juicio del caso Marta estaba previsto a las diez de la mañana (después se demoró 30 minutos), pero, dos horas antes, el bullicio a las puertas del edificio ya revelaba que estaba a punto de empezar la vista por un crimen que conmocionó hace casi tres años a la opinión pública.

Los primeros acusados en entrar en la Audiencia fueron el hermano de Miguel Carcaño, Javier Delgado, y su novia, María García. Llegaron juntos y sin escolta policial. Por unos minutos no se cruzaron en la puerta con la familia de la víctima. Los padres y el tío de Marta no pudieron entrar en la sala de vistas porque dentro de unos días están llamados a declarar como testigos, pero se les permitió permanecer en las dependencias del Sava (el Servico de Atención a las Víctimas de Andalucía) mientras se desarrollaba la sesión. Sí que escuchó desde dentro el juicio el abuelo de la menor, acompañado de otro familiar.

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Miguel Carcaño, el único de los acusados que sigue en prisión, llegó en un furgón de la Guardia Civil desde la cárcel de Morón. El último en acceder a la Audiencia fue Samuel Benítez, que entró solo, tapado por unas gafas de sol, alrededor de las 9.45.

Como ocurrió en las primeras fases de la instrucción del caso, en los alrededores de la Audiencia se fueron congregando a lo largo de la mañana amigos y conocidos de la víctima, ciudadanos que no eran allegados de la joven pero se han adherido a la plataforma Todos Somos Marta y curiosos atraídos por la expectación mediática del caso. También acudieron para expresar su apoyo Milagros Vargas (madre de un joven asesinado la pasada primavera en un botellón en el Charco de la Pava, en Sevilla), y Francisco Holgado, el padre coraje de Jerez, que hace 16 años se infiltró en el grupo de los supuestos asesinos de su hijo.

La jornada discurrió tranquila hasta que los tres acusados que están en libertad abandonaron el edificio. Salieron, escoltados por la policía, entre abucheos y gritos de "asesinos".

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