Hermano, este atraco es un fiasco
Un director de banco en Vitoria confiesa que intentó robar su oficina para financiar su divorcio - El cómplice era su hermano, que no aguantó la presión
Eran aproximadamente las 14.10 del viernes 7 de octubre cuando sonó del teléfono en el despacho de Iñaki Gastón, 53 años, director de una sucursal de Caja Vital en Vitoria. El jefe, algo tenso, descolgó y escuchó a uno de los empleados preguntando si había problemas, teniendo en cuenta que dos minutos antes un sospechoso individuo con gorro, peluca, barba, bigote y dientes falsos había entrado directo a su despacho con un bulto envuelto en una bolsa de Eroski en la mano -después se sabría que era una pistola falsa-.
Iñaki se hizo un poco el tonto, omitió explicar que el del disfraz era su hermano mayor, Luis Antonio Gastón, de 60 años, dejó entender que todo iba bien y colgó. Fue entonces cuando Luis Antonio, que habría dormido unas pocas horas como mucho -salió de trabajar a las siete de la mañana de su puesto como vigilante en el Archivo Histórico Provincial de Álava- quiso anular el intento de atraco planeado en los últimos meses.
Luis Antonio, vigilante, pidió pararlo todo antes de huir de la oficina
Esto va a salir mal, ya tengo suficientes problemas, todavía estamos a tiempo de pararlo todo, vino a decirle a su hermano antes de salir por la puerta de la sucursal a las 14.12. Horas después, terminaron reconociendo en comisaría un fiasco del que ellos han sido los principales damnificados: la policía les acusa de un intento de robo con intimidación y ambos han sido apartados cautelarmente de sus respectivos trabajos.
Un testigo vio a Luis Antonio Gastón, antes de entrar en la sucursal, ponerse el disfraz en un monovolumen que resultaría ser el de su hermano, le siguió y avisó a la Ertzaintza. De poco sirvieron las primeras explicaciones a los agentes del director de la sucursal, que dijo que el tipo disfrazado solo preguntó por algún producto financiero. Ya en dependencias policiales, confesaron que la idea era encerrar a los presentes en el despacho, sin hacer daño a nadie, y conseguir 20.000 euros para resolver el dilema creado a raíz de la segunda separación del director de sucursal. Iñaki Gastón necesitaba un lugar donde vivir -su exmujer se quedaba con el piso- y no quería echar a la calle a su hermano mayor, que vivía de prestado en su piso junto a su esposa, sus dos hijos y su nuera. No tienen antecedentes penales.
Los dos hermanos, hijos de quien fuera presidente de la Federación vasca de Baloncesto, Koldo Gastón, eran caras opuestas de la misma moneda. Iñaki, extrovertido, con 134 amigos en Facebook, y un buen sueldo -un director de sucursal gana unos 3.000 euros al mes-, era un conocido entrenador de equipos base. La pasada temporada llevó al Electro Alavesa hasta octavos de final del campeonato de España, donde perdió 37-70 frente a Estudiantes. "Un amigo me ha engañado y estoy entrenando un equipo femenino júnior. Así q [sic.] entre unas cosas y otras no tengo tiempo de ná, y mi mujer está que echa chispas", dijo en marzo de 2010 en el muro de su perfil de Facebook, donde abundan guiños confirmando su afición por bailar salsa y los torneos de pádel.
El mayor era reservado como pocos. En la garita de vigilancia del archivo histórico provincial, Luis Antonio podía ganar como mucho unos 1.500 euros al mes haciendo el turno de noche. Nunca hablaba de su vida privada en el trabajo y su principal vía de escape allí consistía en ponerse los cascos para escuchar por la radio el partido de baloncesto de la jornada, relatan sus compañeras.
En su confesión, Iñaki, el director de sucursal, afirmó que el intento de atraco lo acordaron entre los dos. Luis Antonio, por su parte, dijo que el plan fue idea de su hermano menor. Desde entonces, el entorno de Iñaki atribuye la culpa de lo ocurrido al vigilante.
El jueves, Luis Antonio, con gafas, corpulento pelo canoso y actitud muy educada, abrió la puerta del cuarto izquierda en el humilde edificio donde reside, situado a pocas manzanas de la sucursal, cuando el periodista tocó el timbre. No quiso hacer declaraciones ni precisar qué abogado llevará su defensa.
"Pero si no es delito entrar disfrazado en una sucursal", intentaría disculparle otra trabajadora de uno de los bares de los alrededores de la entidad bancaria. Queda por ver si el juez mostrará tanta empatía.
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