Empresario Banderas
Es su papel más desconocido. El insigne actor malagueño se ha convertido en su propia corporación. Tras los éxitos y fracasos financieros se esconde un espíritu previsor que busca comprar su libertad
A principios de 1990, Antonio Banderas daba sus primeros pasos en Hollywood. Mientras le llegaba su primer papel americano en Los reyes del mambo, el malagueño, que apenas hablaba inglés, sobrevivía a base de trabajos olvidables en publicidad. Se instaló en un pequeño piso de la urbanización Bermuda, en Wilshire Boulevard, Beverly Hills, donde hoy un apartamento de una habitación con baño cuesta 1.500 dólares (1.100 euros) al mes. Para costeárselo, vendió su preciada Honda 900 en la que en los ochenta viajaron de paquete "con los pelos de punta" sus padres, su ex mujer, Ana Leza, y Richard Gere.
Esta vieja anécdota, contada por Ana Oliva en la sustanciosa biografía Antonio Banderas, una vida de cine (2003), ilustra la mentalidad con la que el actor encara su otra faceta pública: la empresarial. Al Banderas inversor, embarcado en decenas de proyectos -del inmobiliario a los restaurantes, del cine a los barcos, del perfume al vino-, le gusta financiar con sus propios recursos. "Es conservador, no tira mucho de bancos y es poco amigo de la Bolsa y de los pelotazos", afirma su hermano menor, Francisco Javier, que administra algunas de sus sociedades tanto en España como en EE UU. Conserva mucho del chaval que se pagó su primera Bultaco a fuerza de ahorro o que en 1980 marchó a Madrid con el sueño de dedicarse al teatro y 15.000 pesetas en una bolsa cosida por su madre en el bolsillo del pantalón.
"Es conservador, no tira de bancos y es poco amigo de la bolsa y de los pelotazos"
La faceta inversora sirve a Banderas "para comprar la libertad" de emprender proyectos artísticos alternativos y muchas veces deficitarios. Es el caso de la película El camino de los ingleses (2006), que con un presupuesto de 7,5 millones de euros en España solo recaudó 1,6 millones. Sus emolumentos, que alcanzaron los 12 millones de dólares con la fracasada The body (2001) -ahora rondan los nueve millones- le han permitido financiar también proyectos de calidad pero no muy rentables de autores jóvenes, como El lince perdido o, actualmente, Autómata, de Gabe Ibáñez, a través de su productora Green Moon.
Éxitos empresariales como la adquisición en 2003 del 10% de la cooperativa olivarera Hojiblanca, la mayor productora de aceite de Andalucía, o la compra del 50% de las bodegas Anta de la Ribera del Duero, cuyos caldos han recibido elogiosas críticas, conviven con una lista de fracasos no desdeñable: la cadena de restaurantes La Posada de Antonio -franquicia que suspendió pagos en 2006 tras llegar a contar con nueve sucursales en Málaga- o el intento de construir y explotar el teatro de la estación madrileña de Príncipe Pío, abortado en 2002 por la inmobiliaria Riofisa, dueña del recinto ferroviario. El último chasco, el abandono el pasado diciembre de la escudería de motos Jack&Jones por falta de viabilidad económica.
"Yo no tengo lo que llamo el síndrome del boxeador, hacer dinero en poco tiempo y después gastarlo en una noche. Odio el despilfarro, como mi madre", le dijo a su biógrafa Ana Oliva. Lleva esta máxima también al terreno fiscal: en EE UU, su productora Green Moon está domiciliada en el estado de Delaware, que ofrece unas condiciones impositivas muy ventajosas.
De declarado talante progresista, se codeó con presidentes en ejercicio como Felipe González o Bill Clinton y en los últimos meses ha compartido mesa un par de veces con el jeque Abdulá Al-Thani, propietario del Málaga, que ha usado el club como cabeza de puente para otras inversiones, como el futuro puerto deportivo de Marbella. Sin embargo, la cercanía al poder político no le ha salido gratis. En 1996, la Junta de Andalucía le contrató para apadrinar una campaña internacional del aceite de oliva y el jamón ibérico. Por amor a su tierra, el actor rebajó su caché al mínimo: pidió, simbólicamente, un pernil y una botella de buen aceite. La prensa de la derecha le acusó de haber cobrado 500 millones de pesetas (tres millones de euros) y Banderas tuvo que presentar un documento notarial en el que se especificaban los términos del contrato.
Hoy Banderas se centra en el sector inmobiliario y cuenta con varias sociedades mercantiles constituidas en el despacho del abogado Francisco Fortes, amigo de la infancia. "Buscamos negocios que no dependan tanto de la imagen de Antonio para funcionar bien. La inversión en locales y edificios para alquilar busca generar ingresos por si mi hermano quiere algún día volver al teatro", señala Francisco Javier. También tiene en mente extender la actividad de las bodegas Anta Banderas a los viñedos de moscatel de Málaga, "aunque sea de forma testimonial", según su hermano.
No todo es negocio
Las empresas de Banderas sirven, además de para sufragar proyectos artísticos personales, para mantener engrasada una extensa red benéfica. El actor puso en marcha hace dos años la Fundación Lágrimas y Favores -nombre de la cofradía malagueña con la que procesiona cada año-. En ella participa también la baronesa Carmen Thyssen, y otorga cada año dos becas a estudiantes malagueños con pocos recursos para estudiar en EE UU y Canadá. Esta fundación ha donado este año 35.000 euros a Cáritas. Además colabora con la organización Cudeca, fundada por la ciudadana británica Joan Hunt y especializada en cuidados paliativos de enfermos de cáncer.
"Mi hermano, igual que yo, es un enamorado de la Semana Santa y de las tradiciones, pero entiende que las cofradías no son solo sacar un trono a la calle, sino que tienen que dar algo de vuelta a la ciudad", afirma Francisco Javier Banderas. Este año, el actor volvió a apadrinar en Marbella, junto a Eva Longoria, la gala Starlite, en la que se recaudaron fondos para la Fundación Lágrimas y Favores y para Niños en Alegría -dedicada a mejorar las condiciones educativas en el estado mexicano de Guerrero-, entre otras.
También ha dispuesto que parte de los ingresos generados por las colonias a las que da nombre, de Puig, se destinen a obras sociales. Colabora con fundaciones benéficas de Argentina y Brasil, vendiendo fotografías realizadas por él mismo, con UNICEF en Chile y con Broadway Cares, destinada a la lucha contra el sida.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.