"Pasolini sería hoy un indignado"
Irazoqui, Jesús en 'El Evangelio según san Mateo', reivindica al director italiano
El entonces estudiante y militante comunista Enrique Irazoqui (Barcelona, 1944), que acudió a Italia para buscar apoyo internacional para la lucha antifascista, descubrió la libertad con apenas 19 años cuando se vio lejos de la opresión de la dictadura y trabajó a las órdenes de un genio. Encarnó a Jesús, aunque no sea capaz de verse en la película, en El Evangelio según san Mateo (1964), dirigida por Pier Paolo Pasolini, escritor, poeta y director de cine italiano al que estos días la Filmoteca del Instituto Valenciano del Audiovisual y de la Cinematografía (IVAC) dedica la mayor retrospectiva que se le ha hecho en España. A su regreso, sufrió la opresión del régimen -"en mi ficha militar ponía que había trabajado para una película comunista"- a pesar de que el filme resultó del agrado del Vaticano: "Aquí eran más papistas que el Papa", dice.
"Si hoy hubieran visto a Cristo en la calle pensarían que era un 'perroflauta"
Irazoqui, ajedrecista y profesor de Literatura, que ayer asistió con el actor Ninetto Davoli a la proyección del filme, cree que Pasolini (Bolonia, 1922-Ostia, 1975) "es sobre todo un poeta antes que un cineasta". Aunque reconoce el valor de su "otra dimensión, la política, la social, la dimensión polemista que hoy en Italia ha adquirido casi un renombre profético".
A su juicio, Pasolini predijo lo que ocurriría en un mundo controlado por el consumismo y los medios de comunicación. "Él vaticinaba que llegaría un desastre tal que acabaremos en una economía de trueque. Esto me hace pensar a veces en la respuesta de Einstein cuando le preguntaron cómo sería la tercera guerra mundial y él dijo que no lo sabía, pero que en la cuarta se combatiría con piedras".
Preguntado por la vigencia del pensamiento del director de Accattone (1961), El Decamerón (1971) y Saló o los 120 días de Sodoma (1975), el actor asegura que "Pier Paolo Pasolini hoy sería un indignado, sin duda". Y se explaya: "Él diría que en el Madrid de hace unos meses durante la visita del Papa, con el representante de Cristo con zapatitos rojos de Prada y gorro de armiño, si Cristo hubiera estado en Madrid lo hubiera corrido a gorrazos fuera del templo. Y habría dicho también que si hoy hubieran visto a Cristo en las calles de Madrid habrían pensado que era un indignado o un perroflauta".
Irazoqui llegó al cine "de carambola". Era delegado del sindicato clandestino de la Universidad de Barcelona pero de una familia burguesa (madre italiana y padre psiquiatra republicano). Como hablaba italiano, viajó a Roma para traer a España a personalidades "a las que no pudieran detener, y si las detenían mejor todavía, más repercusión". Allí le llevaron a ver a "un poeta" para él desconocido. Era Pasolini. Tras un encuentro en el que el malogrado director (asesinado en 1975) habló poco y no paró de dar vueltas a su alrededor, el prestigioso y perseguido realizador llamó por teléfono para decir a un amigo que Cristo había estado en su casa: "È lui [Es él]". Tras un largo periodo para convencer a un agnóstico Irazoqui, que se negaba a representar a Cristo, "el enemigo", porque "tenía que hacer la revolución", se puso la túnica.
"En España comíamos a las dos, cenábamos a las nueve, tenía novia y las clases de la facultad", resume, "y de repente me encuentro en Roma, solo, con fajos de liras, y nadie me decía que me cortara el pelo... volví porque soy imbécil. No tengo consciencia de haber trabajado para Pasolini, pero sí de haber descubierto el mundo". Y que ahora la película la reivindique la Iglesia le parece "una razón más para ser indignado".
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