Menos abucheos para "celebrar el último desfile de Zapatero"
Para muchos de los asistentes, la jornada de ayer fue doblemente festiva. "Hoy, el último desfile de Zapatero. Hay mucho que celebrar, y el 20-N, más", comentaba Teresa con una sonrisa de oreja a oreja. José Antonio había personalizado la enorme bandera española que traía de casa: sobre el palo se había molestado en pegar un cartel que decía: "¡Por fin! Hasta nunca, Zapatero". Como otros años, hubo abucheos al presidente del Gobierno, pero con dos novedades importantes: la primera, que no se produjeron en el momento más solemne del acto, el homenaje a los caídos. La segunda, que al estar el público más alejado de la tribuna de autoridades que otros años, los aludidos podían no oírlos o, al menos, simular ignorarlos, pues -ayer sí- eran un murmullo lejano.
La frustración que muchos evidenciaban por estar tan lejos, no ya de la carretera por la que pasaban militares y tanques, sino de Zapatero, era significativa del verdadero motivo de su presencia allí: los abucheos. "Yo he desfilado en Bilbao delante de Franco. Soy un patriota. No entiendo por qué no me dejan acercarme", decía Ángel, de 70 años.
Como otros años, también hubo personas, gritos y símbolos fuera de lugar, como los adolescentes con banderas franquistas o los que gritaban "¡sí a la guerra!". Y como en ediciones anteriores, los legionarios, que dicen que caminan a 160 pasos por minuto, fueron, con diferencia, los más aplaudidos. Sobre todo por los niños, entusiasmados con Jero, la cabra que les acompaña. Preguntado por el animal, sin embargo, un niño de seis años realizó la siguiente reflexión: "Es el tercer año que vengo. A mí lo que me parece es que nuestro Ejército tiene unos tanques y armas del año de la polca y no es justo, porque otros ejércitos del mundo son modernísimos". A su lado, su abuela, Teresa, se derretía de orgullo.
Austeridad y derroche
Entre el público había, como en el propio Ejército, muchos inmigrantes. "Mi hija es militar. Estoy muy orgullosa", aseguraba Agustina, de Perú, subida a una jardinera para ver mejor, como Maricarmen: "Vengo porque me siento más española". Hubo quien lamentó la austeridad: "Para las carrozas del Orgullo Gay hay todo el dinero del mundo, pero aquí han desfilado menos militares y menos vehículos", se quejaba Javier, exlegionario. Y quien, como Alejandro, colombiano, opinaba que sacar los aviones en plena crisis era un derroche. Si sirve de termómetro económico, los vendedores de banderas estaban desesperados. "El año pasado ya fue malo, pero este, todavía peor".
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