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Columna
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En compañía del conde Drácula

Como viene siendo costumbre y tradición en la derecha premoderna que nos gobierna, cuando llega la hora de hacer los planes para la devastación del año venidero, los encargados de diseñar el estropicio desarrollan sus malas intenciones en dos fórmulas magistrales. Una, el proyecto de ley de presupuestos propiamente dicho. Se lleva al cortijo, digo a las Cortes Valencianas, para exhibición del rodillo de la mayoría absolutista, pese a que cada 2 de enero la magia se esfuma y el secreto del eterno bienestar, competitividad y demás retórica hueca se convierte en papel mojado. Más que nada, porque empieza el inacabable goteo de modificaciones de crédito. A saber, una modalidad de quitar de aquí para meter allá o, lo que es lo mismo, donde dije digo, digo Diego por decreto y sin derecho al pataleo. El segundo purgante es más auténtico, porque se elabora desde la misma sustancia que arma la ideología de los regímenes autoritarios. Llaman a la pócima ley de acompañamiento de los presupuestos, pero podrían denominarla conde Drácula, porque además de ruin, da miedo. Para celebrar el cambio de caras en palacio y los fastos del apocalipsis que asoma tras la conmemoración de la muerte de Franco, el Gobierno valenciano ha ideado una arbitrariedad, otra más, que no tendrá el detalle de contrastar con la oposición. Con la leal, que sigue excavando hacia el centro de la Tierra, y con la del colmillo retorcido, que les irrita como un dolor de muelas. Por eso la mete en la ley Drácula. Consiste en sacrificar los montes quemados y los que irán quemándose a partir de ahora, dejando sin efecto la prohibición de reclasificar el suelo chamuscado durante 30 años, promulgada en 1993. Asombroso. ¿Cómo han podido resistir tanto tiempo sin echarle mano a este botín? ¿Tan ocupados estaban con los otros saqueos?

El pretexto para la salvajada, aunque tampoco hacía falta excusarse con la motosierra en ristre, es echarle mano a la superficie quemada "con carácter singular y mediante su declaración como interés general". Con carácter singular significa que los expedientes de reclasificación se cumplimentarán uno tras otro, sin empujar. Y sobre el interés general, pues como en Terra Mítica, el primer monumento sobre tierra quemada de la era Zaplana al saqueo múltiple: suelo, tesorería pública, cajas de ahorro, etc. Presumiblemente, pues todavía no han dicho si es que necesitan la leña para braseros, la primera singularidad caerá en Dos Aguas y el paisaje en trance de regeneración será sacrificado para ampliar un vertedero colmatado por incompetencia en la gestión de residuos. Pero las singularidades irán sucediéndose hoguera tras hoguera. El interés general puede ser insaciable. Y no les vayan con imperativos medioambientales, ni les hablen de los agujeros de ozono y la necesidad de reforestar. ¿La Antártida? Eso queda lejos, hace frío y allí no sabrían dónde rascar.

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