La manzana innovadora
Steve Jobs deja a Apple en la cabeza de la valoración bursátil de las grandes corporaciones tecnológicas, por delante de IBM y Microsoft. Y en agosto de este año superó brevemente a la líder mundial de los parqués, Exxon. Pero el éxito del gran innovador fallecido no fue fácil. Todo empezó con la tradicional escena del garaje, con Steve Jobs y sus amigos, en 1976. Los vaivenes iniciales hicieron que el propio Jobs fuera defenestrado de la compañía en 1985. Fuera de la misma lanzó su propio ordenador, NeXT Computer, en forma de cubo. Este ordenador no tuvo éxito. Sin embargo, su periodo lejos de Apple no fue un tiempo perdido. Compró por 10 millones de dólares la empresa Pixar, una subsidiaria de Lucasfilm especializada en la producción de gráficos por ordenador. A Jobs le interesaba la informática, pero mucho más lo que se podía hacer con ella. Siempre defendió unas máquinas de manejo sencillo, intuitivo... y bellas. La productora Pixar se ha convertido en la gran impulsora del cine de animación. En 1997, Jobs fue nuevamente reclamado por Apple, una empresa que presentaba dos millones de dólares de pérdidas.
A partir de este momento, la galería de innovaciones, tanto en maquinaria como en servicios, es notable. En 1998 crea el iMac. En 2001 nace el lector audiovisual iPod, que señala un cambio de rumbo en el consumo electrónico. En 2007 llegará el teléfono iPhone, y en 2010, la tableta iPad. Pero Jobs siempre pensó la oferta de su compañía como algo integral y exclusivo. A diferencia de Microsoft, nunca licenció el sistema operativo de sus ordenadores a terceros. Ello limitó su expansión comercial; para disfrutarlo había que comprar un ordenador hecho por la compañía, pero daba a Apple el control del más pequeño detalle sobre sus máquinas, que se hablan con una facilidad inédita en este mundo donde el uso de los ordenadores y los móviles estaba lleno de tropiezos para el cliente.
El gran atractivo de Apple, sin embargo, no reside únicamente en una oferta singular de hardware. Steve Jobs ha asociado al mismo un mundo de aplicaciones y servicios que ha transformado la oferta digital. Incluso innovó en mercadotecnia lanzando su propia cadena de tiendas exclusivas Apple, auténticos centros de celebración de lo que es Apple por parte de su fiel clientela. En 2003 abrió la tienda en línea iTunes, una revolución en el mercado digital de la música. Y las tiendas de aplicaciones para móviles datan de 2008. Además de abrir un nuevo mercado para desarrolladores y la propia empresa, las aplicaciones son un instrumento básico para fidelizar al cliente, que, cuando ha personalizado su móvil con ellas, tendrá más reparos a cambiar de marca y perder este pequeño universo digital que se ha ido construyendo a su medida con la descarga, comercial o gratuita, de las aplicaciones. La empresa ya contabiliza 15.000 millones de descargas.
Pero Apple no está sola, y hay una potente competencia que se despierta más tarde, pero cuyas réplicas pueden modificar el panorama. El sistema operativo de Android, que ese sí está disponible para casi cualquier fabricante, Blackberry o la propia Microsoft no quieren abandonar este reino y ambicionan su trono. Apple deberá mantener la identidad de sus productos, y eso, sin un Jobs que imponga retos teóricamente imposibles a sus ingenieros, va a resultar más difícil.
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