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Reportaje:arte

40 manos para vestir a un maniquí

Son los modelos exactos que creó Yves Saint Laurent, un delicado tesoro que ninguna otra casa de moda posee. Un equipo de 20 conservadores dedicó un mes a poner a punto las piezas que expone la Fundación Mapfre

Carmen Mañana

Pierre Bergé pasea sus ojos, testigos ya cansados de la II Guerra Mundial y de Mayo del 68, sobre el primer esmoquin diseñado por Yves Saint Laurent. Con solemnidad, el que fuera pareja sentimental y empresarial del modisto francés, dicta sentencia: "La exposición de Madrid es mejor que la de París [celebrada el año pasado] en el sentido de que esta es mucho más íntima y permite al visitante acercarse y apreciar las creaciones bien de verdad". Una proximidad que ha obligado al equipo de la Fundación Map-fre a llevar a cabo una obsesiva restauración y puesta en escena para que las 150 prendas que acoge hasta el 8 de enero luzcan comme il faut en la distancia corta.

"Estamos acostumbrados a hacer exposiciones de arte. Los cuadros y esculturas llegan y en menos de una semana ya están colocados, con alguna pequeña variación sobre lo previsto. Pero trabajar con moda es mil veces más complicado", se ríe Pablo Jiménez Burillo, director general del Instituto de Cultura Mapfre.

Un equipo de más de 20 personas, entre conservadores y ayudantes, trabajó durante un mes entero para hacer algo aparentemente tan sencillo como vestir maniquíes. Sobre la complejidad del objetivo que perseguían no cabe duda: "Transmitir todo el chic y la importancia de estas piezas únicas", explica Jiménez. Un proceso que requirió casi tanto mimo y precisión como si lo que tuviesen entre manos fuera el ajuar funerario de Tutankamón.

Como reivindica Bergé, "puede que los vestidos de noche y tocados no sean obras de arte, pero son la obra de un artista". Además, los que se exponen en Madrid son los prototipos originales y únicos, los modelos exactos que Saint Laurent creó, sin adaptaciones posteriores para las clientas. Un tesoro que ninguna otra vetusta casa de moda posee.

El mismo Bergé fue consciente enseguida de que la producción del diseñador formaría parte de la historia de la moda. Por eso, desde 1964, comenzó a guardar un modelo de cada pieza fabricada. Hoy, en su Fundación, atesora "unas 5.000 prendas" en cámaras de frío ideadas para preservar tela. "Pocos museos del mundo tienen las mismas tecnologías que nosotros", presume.

En París, siete conservadores se dedican en exclusiva a que trajes como los new look, que creó Saint Laurent cuando era diseñador de Dior, luzcan impecables 60 años después de ser elaborados, tal y como lo hacen ahora en la Fundación Mapfre.

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Las chaquetas de microlentejuelas expuestas en Madrid, en la sala dedicada a los referentes artísticos del modisto, son cuestión aparte. Se guardan desmontadas en la Fundación Pierre Bergé hasta que van a ser expuestas. Entonces, una modista emplea dos días en coser a mano todas las piezas, para que después sean transportadas en cajas de madera hasta su destino. A Madrid llegaron 85. "Dentro de cada una de ellas, había cinco cajas de cartón, y dentro, el tesoro", recuerda Jiménez.

Para hacerse una idea de la exquisitez con la que se tratan las prendas, baste decir que en el interior de los vestidos se colocaron cilindros de papel de seda para evitar que la tela de la parte delantera y la trasera se tocasen. "Por supuesto todo el mundo utilizaba guantes de algodón e incluso batas para no dañar ni contaminar nada", explica el director general.

Con el desembalaje no hizo nada más que empezar la locura. Las condiciones de las salas de exposiciones -22 grados y un 50% de humedad- no resultaron tan adecuadas para algunas telas como lo son para los lienzos. "Comenzaron a hacerse arrugas en las gasas y otros materiales y estalló un pequeño ataque de pánico". Para resolver el problema hubo que tirar de un extra de vapor y, cuando no quedaba más remedio, de hilo y aguja.

Los conservadores montaron su pequeño centro de operaciones en la sala donde ahora se proyecta un documental sobre el diseñador. Allí, con una máquina de coser y preciosismo artesanal, retocaron las faldas para que sus plisados se mantuviesen fijos, arreglaron las míticas capas para reproducir artificialmente la caída que tienen al moverse, y rellenaron las mangas abullonadas que tan famosas hiciera el diseñador en los años ochenta. "Juro que he visto hacer y deshacer un lazo por lo menos 20 veces hasta quedar perfecto", apunta Jiménez.

La muestra trata de transmitir los dos grandes valores de la obra del francés. Por un lado, la máxima que rigió toda su producción: no olvidar que las prendas van a ser llevadas por mujeres reales, tal y como recuerda Bergé. Por otro, la libertad de la que hizo siempre gala y que, en opinión de Jiménez, es el valor supremo del arte del siglo XX. "Cuando vemos una obra de arte no decimos lo bella que es. Destacamos cómo el autor ha sido capaz de llegar tan lejos, de ser tan libre. Igual que con Saint Laurent". Pero para plasmar de forma natural esta libertad y funcionalidad hay que hacer muchas cosas artificiales.

Hasta el último momento, los expertos de la Fundación Pierre Bergé recorrieron la exposición madrileña como si fueran directores de casting. O así lo recuerda Jiménez. "Decían este está mustio o aquel está demasiado hinchado. Y vuelta a empezar".

Uno de los trajes de Yves Saint Lauren llega a la Fundación Mapfre.
Uno de los trajes de Yves Saint Lauren llega a la Fundación Mapfre.CARLOS ROSILLO
El equipo coloca un tocado coral del diseñador.
El equipo coloca un tocado coral del diseñador.CARLOS ROSILLO
Un zapato de Yves Saint Laurent recién llegado a la Fundación Mapfre.
Un zapato de Yves Saint Laurent recién llegado a la Fundación Mapfre.
Pieza de alta costura de Yves Saint Lauren del año 1978.
Pieza de alta costura de Yves Saint Lauren del año 1978.CARLOS ROSILLO

El metaproceso creativo

La exposición de Yves Saint Laurent que acoge la Fundación Mapfre ha requerido un proceso creativo -todo el montaje y adaptación de piezas- para mostrar el resultado de otro -los diseños del modisto- y descubrir las entretelas de

este último. Desde los bocetos en papel hasta los toille: los primeros prototipos de los trajes realizados en sencillo algodón con botones de tela sujetos por alfileres.

Todos estos elementos de trabajo, germen de los coloristas vestidos que luego subirían a la pasarela, no se pudieron ver

en la exposición dedicada al modisto que se organizó en París el año pasado. Tampoco los modelos en canvas de los sombreros que, de hecho, se muestran en Madrid por primera vez. Pese a su austeridad, estos prototipos dejan traslucir la exquisita técnica y genialidad estética de uno de los creadores claves del siglo XX.

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