El largo adiós
Hace 10 años, el entonces jefe de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, reprochaba al Gobierno presidido por José María Aznar que hubiese dado su apoyo al despliegue del escudo antimisiles norteamericano sin haberlo consultado y consensuado con el Parlamento. A renglón seguido, afirmaba que el escudo antimisiles era: "Una idea vieja, que es la repetición de la propuesta del señor Reagan de la guerra de las galaxias y que no camina en la dirección adecuada para una política de seguridad en el mundo".
Es imposible que lo haya olvidado. Sin embargo, Zapatero, en esta larga despedida, nos obsequia un acuerdo con EE UU que se ha negociado -según sus propias palabras- en secreto, para convertir la ciudad andaluza de Rota en la cuna de la mayor base de escudos antimisiles de Europa. El despliegue de cuatro destructores y el desembarco de más de un millar de marines norteamericanos ha sido presentado como si se tratara de un acuerdo comercial beneficioso o como si nuestro país hubiese conseguido ser la sede de una competición deportiva ansiada por todo el mundo.
En un alarde de malabarismo político, ha agradecido que "EE UU y la OTAN se hayan acordado de España" para acoger este tipo de instalaciones. Sus palabras finales, que hacen referencia a la creación de unos cuantos centenares de puestos de trabajo en la zona, resultan asombrosamente tercermundistas.
No sé por qué razón lo que era un presidente, sin duda discutible, pero que intentaba dar un rumbo social a las políticas de su Gobierno, ha tenido esta mutación genética tan completa. No sé qué virus y qué complejos atacan a los que ejercen el poder que, al final, solo buscan el reconocimiento de los más poderosos y de los intereses más lejanos a la ciudadanía. Desconozco por qué ha decidido incluso descolgarse la medalla pacifista con que inició su legislatura y sustituirla por el apoyo al viejo sueño de Ronald Reagan y de George Bush. Tampoco conocemos si para tomar esta decisión ha consultado al presidente in péctore de esta agónica legislatura o si habrá llamado al candidato Rubalcaba, pero es evidente que a Zapatero no le preocupa en absoluto ampliar el foso que les separa del electorado que le reeligió hace tan solo cuatro años.
No sé la cara que se les habrá quedado a los militantes socialistas andaluces que asistieron la semana pasada a su conferencia política para discutir sobre la educación, la enseñanza, la fiscalidad o el modelo energético y que volvieron contentos por recuperar el discurso socialdemócrata, cuando hayan conocido a su vuelta que papaíto Zapatero les ha regalado, sin consultarles, la ampliación espectacular de una base militar en el corazón de Andalucía, contra la que incluso, en los tiempos felices del No a la guerra, se manifestaron. Tampoco sé las prisas por zanjar rápidamente un acuerdo que no empezará a aplicarse hasta 2013 y que no estará plenamente operativo hasta 2018
El giro copernicano del No a la guerra y la Alianza de Civilizaciones al ¡Señor. Sí, señor! resulta inexplicable, opaco y absolutamente innecesario. Según la nota oficial, el presidente de la Junta de Andalucía había sido informado. No sabemos con que antelación y en qué forma, ni la opinión que manifestó, pero parece completamente diáfano que Andalucía va a ser nuevamente un simple escenario sin voluntad propia, donde se jugará a la guerra con los costosos juguetes que ni siquiera la crisis ha logrado recortar.
Un destacado dirigente socialista me comentaba que estaban asustados por el anuncio de Rodríguez Zapatero en su despedida parlamentaria de que no descartaba, en las pocas semanas que le restan, "tomar algunas decisiones e impulsar algunas reformas". Este largo adiós, con un presidente descomprometido y la mitad del Gobierno con el pie colocado en el estribo de la empresa privada, puede poner la guinda de los pasteles que la derecha devorará con fruición.
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