El poder a cualquier precio
Sí. Ya lo sé. Ya sé que muchos de ustedes se saltarán esta columna cuando vean que trata sobre la corrupción, ese cáncer terminal que corroe las entrañas del sistema democrático.
Es más, el CIS nos dice que los españoles han colocado la corrupción entre uno de los problemas que menos les preocupa. Precisamente esa despreocupación por la existencia de políticos corruptos, es lo más preocupante de todo.
Por ello, hay que hablar de la corrupción. Aunque no lean esta columna. Porque cuando docenas de municipios están con la soga al cuello, cuando muchos ayuntamientos deben la nómina de sus empleados desde hace meses, cuando plantean reducciones de plantilla, cuando congelan y bajan salarios, cuando dejan de asistir a los dependientes que no pueden moverse de casa, cuando los servicios públicos se deterioran hasta hacerlos casi irreconocibles, hay que gritar una vez más: fuera los corruptos. Por lo menos, mantengamos la casa limpia. Pobres, pero honrados.
Pero, a veces, los partidos políticos ponen a los zorros a cuidar del gallinero. Todo con tal de conseguir el poder. No importa el precio. Aunque a algunos ese precio les resulte con el tiempo una pesadísima hipoteca.
Vayamos al grano: el pasado día 27, se reproducía la típica escena de un pelotón de funcionarios judiciales entrando en las dependencias de un ayuntamiento y saliendo horas después con cajas repletas de documentos y un puñado de ordenadores. En esta ocasión, la invasión judicial se produjo en Ronda.
Poco después, cuatro concejales socialistas del municipio eran detenidos. La acusación contiene los ingredientes habituales: cohecho, malversación de caudales, tráfico de influencias, prevaricación, falsedad documental y blanqueo de capitales.
Lo curioso de este caso es la personalidad del que, aparentemente, es el cabecilla de esta nueva y presunta trama corrupta: Antonio Marín Lara. Conocido popularmente como Toti, es un viejo huésped de esta columna. El 18 de junio de 2009 le dediqué una titulada El camaleón de Ronda.
Marín Lara ha sido, en efecto, un verdadero saurópsido político, que ha cambiado de color con una facilidad pasmosa. En diez años (1999-2009) pasó de militar en el Partido Andalucista (PA) al PSOE. Firmó pactos, y los traicionó, con gilistas, populares y socialistas. Todo por el poder.
Pues bien, ese lince del transfuguismo fue fichado por el PSOE, junto con otros ocho concejales andalucistas, y presentado como cabeza de cartel el pasado 22-M. Los rondeños dijeron no. No cuela. El PSOE sufrió una estrepitosa derrota que lo mantendrá alejado del poder posiblemente por décadas. Como en Marbella, el PP ha conquistado la alcaldía y no parece que vaya a soltarla fácilmente.
En la columna que escribí hace un par de años preguntaba si hizo bien el PSOE en fiarse de un aliado tan camaleónico. Desde luego que no. Pero los responsables del partido en Málaga apostaron por Marín pensando que iban a conquistar la alcaldía. Ahora, cuando a la derrota electoral se suma un posible delito de corrupción urbanística, esos mismos dirigentes socialistas siguen sin reconocer el gravísimo error cometido. Lamentable.
Marín Lara y los otros tres concejales deberán responder por las posibles irregularidades en la venta de unos terrenos municipales y por la aprobación de un megaproyecto urbanístico con centenares de chalés, golf, hípica y hoteles, en un paraje declarado reserva de la biosfera. El PSOE los ha suspendido de militancia provisionalmente. Una militancia que, en el caso de Marín y los andalucistas que le acompañaron, jamás debió ser aceptada.
Ya es tarde para lamentarse. El PSOE pagará caro su error. Un error que podría haberse evitado si se hubiera actuado con más sentido común y más decencia política.
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