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Reportaje:Moda

París frente al espejo

Haider Ackermann responde a la gran expectación que había despertado con una colección reposada y poética

Eugenia de la Torriente

Colocarnos ante un espejo no es ver la cara que ofrecemos a los demás, sino enfrentarnos a lo que solo nosotros vemos. Esperanzas, miedos y deseos dibujan una estampa que únicamente nuestros ojos reconocen. La moda juega un papel importante en ese proceso y esa idea ha definido algunas colecciones de este fin de semana en París.

Haider Ackermann colocó el sábado por la mañana un gigantesco espejo al final de su pasarela. El diseñador se ha convertido en el nombre que todo el mundo codicia y respondió a la expectación con una preciosa demostración de calma y fidelidad a sí mismo. Al ritmo de pulsaciones cardiacas e Imagine cantada por Anthony Hegarty, viajó a India y a Marruecos y se apropió de sus colores y materiales en un relato propio.

Las extraordinarias combinaciones de colores se sucedían en formas holgadas inspiradas por el rockabilly. Lo que, en manos de Ackermann, resulta una materia dúctil y poética. Colocando su creación y a sí mismo ante el espejo, mostró un interior sereno. Acaso una respuesta a la inevitable curiosidad de cómo habrá digerido la generalizada insistencia por situarle en las más importantes casas de Francia.

Esa misma noche, el músico Kanye West se enfrentó a varios años de dudas en su estreno como diseñador de moda. Y de miedos, cabe suponer. Presencia habitual de los desfiles de los últimos años, ha amagado largo tiempo con lanzar su propia colección. Finalmente, lo hizo el sábado con un desfile ambicioso. Sentó a varios diseñadores entre los invitados -Alexander Wang, Altuzarra, Dsquared2...- en un gesto valiente. O suicida. Porque la ropa de West está plagada de referencias a las creaciones de otros y clama porque alguien que sepa cómo ajustar una prenda le eche una mano.

Parte del talento de un diseñador reside en su sensibilidad para detectar lo que su clientela ve -y lo que desea ver- cuando se enfrenta al espejo. Un talento que, sin duda, posee Phoebe Philo como demostró en Chloé y, desde 2009, en Céline. La impecable ropa de la británica que reinstauró el minimalismo se vuelve esta temporada más fluida y ondulada. Redibuja las proporciones de la silueta sin esfuerzo aparente. Su propuesta ha perdido el impacto de la novedad, pero va madurando y ganando matices. Nada es lineal o totalmente previsible. Así, las camisas de sobrio frontal tienen espaldas plisadas, los pantalones cubren su parte delantera con un velo y los cinturones cargan con volantes que aportan movimiento.

La suave cadencia de Céline es parecida a la que Christophe Lemaire quiere incorporar a Hermès. En su segunda temporada, profundizó en el orientalismo y en las líneas pulcras de su debut. A años luz de su histriónico predecesor, Jean Paul Gaultier. En su propia firma, Gaultier arrancó el telón y mostró las entrañas de su oficio. En una presentación en la que sucedía a la vista lo que habitualmente se esconde, el francés confirmó que su receta sigue siendo la misma. Ante el espejo, hacer una mueca y reírte de lo que ves.

Modelo de Haider Ackermann. A la izquierda, diseño de Phoebe Philo para la colección de primavera-verano de Céline.
Modelo de Haider Ackermann. A la izquierda, diseño de Phoebe Philo para la colección de primavera-verano de Céline.L'ESTROP / AFP

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