El Zaratustra de garrafa

Alessio Rastani es una caricatura. O, dicho de otro modo, es el broker que dice lo que otros se atreven a hacer. Por tanto, importa poco si es real o es un actor de The Yes Men. Esto es lo que tiene que comunicar al mundo Alessio, con nombre de playboy italiano pero que en la triste realidad vive en un piso con una hipoteca de 229.000 euros, convertido en un Zaratustra de garrafa de la crisis financiera. "El euro está muerto" (¡pues vaya novedad!, ¡si sabemos incluso quién lo está matando!). "Los Gobiernos no dirigen el mundo, lo gobierna Goldman Sachs" (tampoco es noticia, se sabía; la única duda es si quien gobierna Goldman desde las sombras es Darth Vader o la Bruja Averías). "En 12 meses los ahorros de millones de personas se desvanecerán" (los de cientos de millones de parados y ahorradores en todo el mundo se han esfumado ya). Si Alessio tiene el mismo éxito como broker que como profeta, le va a costar muchos años cancelar la hipoteca de su piso en el sur de Londres.

Pero no es la cualidad de arúspice lo que interesa de las torrenciales declaraciones de Rastani a la BBC. Este charlatán de manual ("Soy una persona que busca atención", aclara sin necesidad) "sueña" con el apocalipsis económico. Repárese en la insistencia onírica, prueba de una puerilidad insatisfecha o de una impostura: "He estado soñando tres años con una recesión como ésta" o "la crisis es un sueño hecho realidad para aquellos que quieren hacer dinero". La idea de que cualquier problema es una oportunidad no es más que una generalización inservible, digan lo que digan las escuelas de negocios. Como bien saben los que hacen lo que otros sueñan, solo existe oportunidad cuando hay dinero para entrar en el juego.

Cuando Alessio despierte de tanta somnolencia (si lleva tres años soñando, ¿se durmió el día de la quiebra de Lehman?), las plusvalías se las habrán llevado los que, despiertos, han hecho lo que Rastani sueña.

La prueba de que tanto sueño no es bueno para la salud es que al sonriente Alessio le van a propinar bofetadas desde los Gobiernos hasta los banqueros, pasando por los indignados. ¡Basta ya de caricaturas! ¡Que comparezca un tiburón de verdad y nos cuente sus sueños húmedos!