Trinta expone las últimas fotos del 'padre' del arte conceptual español
No hay más paradojas en la vida de Juan Hidalgo (Las Palmas, 1927) que las que puntúan la evolución de la vanguardia en España después de la guerra. Figura central en su desarrollo, devino en conceptual cuando ya estaba a otra cosa. Justifica la etiqueta, a falta de otras, por razón de origen: "Me interesa el arte conceptual programado por Duchamp en sus conversaciones con Pierre Cabanna, cuando dice 'a mí sólo me interesan las acciones'. Yo hago cosas, eso de artista es para las folclóricas".
Desde esa premonición se explican las nueve series de acciones fotográficas que constituyen Amores, la exposición de la galería compostelana Trinta, primera muestra individual de Hidalgo en Galicia tras los homenajes de la pontevedresa Sala X, con estudio de Buxán Bran. "Son todo animales y flores", resume. Originales de factura digital realizados entre 1995 -el pájaro enjaulado de Una canaria más- y 2009, como la rosa de Acaso. Un ojo a Matisse.
Serificadas en algunos casos con los colores de la bandera republicana -"Durruti es uno de mis amigos", recuerda, un poco más allá-, Amores se lee también como un álbum de recuerdos. De hasta qué punto se ha ido concentrando sobre sí mismo, repartido por todo el mundo, el trabajo de un pianista de formación -primer compositor español invitado al festival alemán de Darmstadt, donde John Cage decidió ahijarlo en 1957- que devino en artista multimedia. Su primer objeto, de 1965, fue A letter for David Tudor. Aquella carta anticipaba sus celebrados etcéteras, acciones ultrabreves escritas sobre cualquier soporte, entre la poesía y la performance. Ironía y erotismo, zen y política, en combinaciones respetuosas con el azar. Desde Al levantarme me como siempre un coño o una polla, antes de adjetivarse queer como categoría de pensamiento, al efímero No tengo ideas, cartulina destruida casi al momento en un viaje con el también musicólogo Wolf Vostell, a través del cual -en un simposio sobre la destrucción en el arte- conoció a los accionistas vieneses.
En España, donde las paradojas en el mercado del arte se distribuyen desde arriba, todavía se le vincula más con ZAJ, el grupo que fundó en el Madrid de 1964 con Walter Marchetti, Ramón Barce y, posteriormente, Esther Ferrer, en sincronía con Fluxus y orientado al desarrollo de las músicas de acción. Al margen de las políticas de legitimación cultural -Ferrer, discípula suya, es Premio Nacional de Artes Plásticas-, a Hidalgo se le agotó un día "el programa musical que tenía dentro". Su método, sin embargo, sigue siendo musical: "Es la libertad de lo imprevisto, que lleva dentro todo lo que no se puede hacer si no conoces a fondo el azar".
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