Una herencia económica plagada de minas
Unas previsiones de crecimiento que no cree ni la propia ministra que las ha hecho. Unos ingresos estancados por el crecimiento raquítico. Y un compromiso, en el que no confía el Fondo Monetario Internacional, de lograr en tan solo dos años reducir el déficit público al 3% del PIB. Esta es parte de la complicada herencia que tendrá que asumir el Gobierno que salga de las elecciones del 20-N.
"No sería descabellado pensar en un crecimiento menor para este año". La vicepresidenta Elena Salgado pronunció estas palabras hace tres semanas. Se refería a la previsión oficial de su ministerio -un aumento del PIB del 1,3% para este año y del 2,3% para el próximo- en la que ya no confía ningún centro de estudios ni organismo internacional. Según quien haga el pronóstico para 2011, la horquilla va desde un aumento del 0,6% hasta un 1,1%. El FMI, que no destaca por sus aciertos de los últimos años, cree que España tendrá que esperar a 2015 para crecer a una tasa del 2%.
Pero la distancia entre la realidad y el deseo afecta a más magnitudes económicas. La previsión de ingresos que ha hecho el Ejecutivo parece también difícil de cumplir ahora. Hoy se conocerán los datos de la recaudación de agosto, pero por lo conocido hasta julio la disminución del flujo de ingresos que recibe el Estado confirma que la recuperación económica que se intuía a principios de año corre el riesgo de irse por el desagüe.
Los ingresos renquean cada vez más: en los siete primeros meses del año crecieron solo un 1%, cuando lo previsto en los Presupuestos de 2011 para todo el año es un aumento superior al 6%. El IVA y los impuestos especiales son los que más han influido en el estancamiento de la recaudación.
La buena noticia es que por ahora el déficit de la Administración central sigue bajo control. El recorte del gasto público ha permitido incluso una ligera mejoría hasta julio. No se puede decir lo mismo de las cuentas de las comunidades autónomas, que en el primer semestre prácticamente agotaron el margen de números rojos que tenían para todo el año. Los 13.000 millones de déficit que arrastraban en junio suponen un 1,2% del PIB, cuando su objetivo de déficit para 2011 era del 1,3%. Esta desviación y el empeoramiento de la situación económica hacen pensar a muchos en que va a ser necesario aprobar más recortes de gasto.
Así las cosas, el FMI es uno de los que ponen en duda la capacidad de España para cumplir sus objetivos. No es solo que el organismo que encabeza Christine Lagarde no crea que el Gobierno vaya a llegar a 2013 con un déficit del 3%; es que ni siquiera confía en esa marca para los tres años siguientes.
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