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Los palestinos reciben a Abbas como a un héroe

Enric González

El presidente palestino, Mahmud Abbas, regresó ayer de Nueva York con la sensación de haber triunfado. Esa misma sensación parecía invadir a los miles de palestinos que lo recibieron con entusiasmo en Ramala. Abbas ha proclamado el inicio de la "primavera palestina" y ha insistido en que no habrá negociaciones con Israel mientras construya asentamientos israelíes en los territorios ocupados.

A sus 76 años, el viejo burócrata de la OLP, la sombra de Yaser Arafat, goza de su momento de gloria. Las palabras que gritó el viernes ante la Asamblea General de la ONU, "¡basta, basta, basta!", reflejaron los sentimientos de su pueblo. El suyo fue el discurso que los palestinos querían escuchar desde hacía mucho tiempo. Palestina sigue sin tener Estado, Cisjordania permanece bajo ocupación y el propio Abbas ha reconocido, en una alocución improvisada a la multitud ante la puerta de su oficina, que ahora empieza "un camino muy largo". Pero algo ha cambiado: los palestinos se sienten orgullosos de su presidente y de sí mismos.

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Asfixia económica

Una cuestión urgente, que Abbas ha abordado en una charla con periodistas en el vuelo de regreso, es la asfixia económica de Cisjordania. El presidente palestino ha comentado la posibilidad de denunciar parte de los Acuerdos de Oslo, la que concede a Israel control total sobre las importaciones y exportaciones en los territorios.

Al hablar de la primavera palestina, Abbas ha optado por una asimilación no del todo afortunada con la primavera árabe: los árabes están enfrentándose a dirigentes sin legitimidad democrática (como Abbas) y a Administraciones públicas aquejadas endémicamente de corrupción (como la Autoridad Palestina). En cualquier caso, la ocupación israelí convierte lo demás en mal menor. Y existe un consenso total en que el primer ministro palestino, Salam Fayyad, ha hecho un excelente trabajo acabando con las corruptelas más escandalosas y robusteciendo instituciones para una futura independencia.

Ahora se abre una fase de incógnitas. La primera permanece en la sede de la ONU y se refiere a cómo evolucionará la petición de Abbas ante el Consejo de Seguridad para que se reconozca a Palestina como Estado miembro con plenos derechos. La segunda incógnita planea sobre el problema de siempre: cómo restablecer un proceso negociador desprestigiado.

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