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Reportaje:

Lo que la crisis se lleva

La recesión amenaza con retrasos y recortes en megaproyectos en Valencia como el delta verde litoral o el Parque Central. La arquitectura espectáculo echa el telón

Cristina Vázquez

La ordenación del frente litoral de Valencia, la última zona del Plan General de Ordenación Urbana pendiente, ha inspirado a decenas de arquitectos, algunos de renombre internacional. En 2004 lo dibujó el arquitecto francés Jean Nouvel con su proyecto Valencia Litoral, en 2007 se presentaron al concurso internacional de ideas convocado por el Ayuntamiento el propio Nouvel, el alemán Meinhard von Gerkan y el británico Norman Foster. Ganaron los dos primeros, ex aequo, y el arquitecto José María Tomás fusionó luego los dos proyectos ganadores en el plan de El Grau. El proyecto, cuyo activo esencial es conectar la fachada litoral con el resto de la ciudad a través del cauce del Turia, se remató con un gran delta verde, rascacielos de 50 alturas y canales navegables.

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Entonces llegó la crisis y desde entonces todo se ha ralentizado. Casi tres años después, el Consistorio, a través de su sociedad Aumsa, adjudicó el pasado 25 de julio el proyecto de ejecución y de reparcelación con vistas a agilizarlo. Y la Comisión de Urbanismo municipal encomendará el lunes a Aumsa la gestión directa del plan. "El proyecto sigue adelante en los plazos previstos", aseguran los responsables.

Pero este plan, como prácticamente el resto de los que hay pendientes, se financia con cargo a las plusvalías urbanísticas que resultan de las 3.000 viviendas previstas y otros usos terciarios. Y el mercado inmobiliario sigue tan parado o más que hace un año. Sobre este plan recae también el coste del circuito de fórmula 1 que ha adelantado la Generalitat y que ronda los 80 millones de euros. ¿Qué pasará? Pocos se atreven a dar una respuesta.

El panorama inmobiliario es duro. Y la amenaza de una segunda recesión económica para finales de 2011 no ayuda. Servicios de estudios como el de La Caixa arrojaban hace tres escasos meses informes desalentadores. Unas 200.000 viviendas nuevas siguen a la espera de comprador en la Comunidad Valenciana.

Otro de los megaproyectos diseñado en época de bonanza y rodeado ahora de incertidumbre es el Parque Central, un espacio verde de decenas de hectáreas en el centro de Valencia, posible gracias al soterramiento de la red de vías ferroviarias. El parque verde, diseñado por la paisajista estadounidense Kathryn Gustafson, y la urbanización de toda la unidad -con cuatro torres de más de 20 alturas y otras áreas residenciales- costará 73 millones de euros. La reorganización de la red ferroviaria urbana, que las Administraciones deben costear con cargo a los beneficios de este PAI, están igual de afectadas. Ni el sector privado, ni las entidades financieras ni los presupuestos públicos garantizan su construcción en los plazos previstos.

De momento, las tres Administraciones implicadas en el proyecto preparan el inicio de la primera fase -unos 100.000 metros de parque- para finales de 2012 porque disponen de dinero suficiente. El resto, ya se verá.

Otro proyecto atascado, este desde hace años, y que afecta al frente marítimo de Valencia, es la prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez, con la que se sacrificaría parte del barrio de El Cabanyal. Los socios privados de la empresa municipal encargada de ejecutar uno de los planes más contestados en la capital se retiraron en 2008 de la sociedad porque no veían salida al proyecto. El plan, aprobado en 2001, prevé aún hoy el derribo de 1.600 viviendas para construir otras 1.400 casas de promoción pública. El proyecto ha quedado desfasado con el paso de los años y, más allá de la batalla política y judicial, la mayoría de urbanistas coinciden en que aquel planeamiento no se sostiene hoy.

Sería preciso aumentar la edificabilidad e introducir viviendas de renta libre para que fuera rentable y pocas ciudades europeas recurren a proyectos tan drásticos. Son tiempos de cirugía urbanística fina, de bisturí, no de excavadoras. El conflicto ha detenido la recuperación del barrio: los planes de rehabilitación subvencionados se pierden y el interés de las universidades por localizar residencias estudiantiles en el barrio corren la misma suerte.

Si de los proyectos anteriores puede decirse que viven rodeados de incertidumbre, de otros se puede afirmar ya sin temor a errar en el pronóstico que nunca se harán. Son exponentes de esa arquitectura espectáculo que la crisis ha dinamitado. Se han desinflado sin remedio.

Las Torres de Calatrava, junto a la Ciutat de les Arts i les Ciències, son un ejemplo. La intención de la Generalitat de levantar tres grandes rascacielos, por cuyo proyecto se pagaron 2,5 millones al arquitecto Santiago Calatrava, ya ha sido descartada y los solares donde se iban a construir están a la venta.

La conocida como Torre de la Música también se ha desvanecido. Estaba prevista sobre una parcela pública de 20.000 metros cuadrados, que se le cedía al Berklee College of Music, en régimen de concesión. La inversión necesaria se estimó en 100 millones de euros y la fecha prevista de apertura era este año. Oficialmente, la Generalitat asegura que la obra está aparcada, pero la dirección del Berklee College de Boston buscó por su cuenta el año pasado unas instalaciones donde poder iniciar el curso académico en septiembre de 2011. Tras estudiar diferentes posibilidades, al final aceptaron la oferta de la Generalitat de asentarse en el anexo sur del Palau de les Arts por un alquiler de 108.000 euros anuales.

La financiación de todos estos proyectos se ha ligado a las plusvalías obtenidas de la construcción de casas y, ahora, cuando los propietarios de suelo tienen que pagar las cargas urbanísticas que llevan aparejados estos megaplanes, se encuentran con que ni tienen dinero suficiente para llevarlos adelante o las entidades financieras no les prestan. "Es la pescadilla que se muerde la cola", reflexiona el urbanista Pasqual Vernich. Hay muchos pisos por vender y mientras no se consuma todo ese stock, es imposible que se construya más.

La máquina de hacer dinero ha sido la industria del ladrillo y cuando esta se ha caído, ha arrastrado todo lo que depende de ella. Para el sociólogo José Miguel Iribas, solo cabe un cambio de paradigma. "Los proyectos que no tengan una base económica cierta no tienen viabilidad en el medio plazo", sentencia sin rodeos. Otro urbanista, Gerardo Roger, opina que muchos de los proyectos que sobrevivan a la crisis se ralentizarán o serán revisados a la baja -ya sucedió en el pasado con el Jardín del Turia-. "Tres o cuatro años más no nos los quita nadie", aventura Roger. La época de los proyectos faraónicos está muerta y enterrada. Ya no hay dinero.

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Sobre la firma

Cristina Vázquez
Periodista del diario EL PAÍS en la Comunitat Valenciana. Se ha ocupado a lo largo de su carrera profesional de la cobertura de información económica, política y local y el grueso de su trayectoria está ligada a EL PAÍS. Antes trabajó en la Agencia Efe y ha colaborado con otros medios de comunicación como RNE o la televisión valenciana À Punt.

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