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Reportaje:FÚTBOL | Quinta jornada de Liga

Del patadón a mimar el balón

El Atlético se convierte en apenas tres meses en el equipo que más toca la pelota tras el Barça

José Marcos

Sin otra hoja de ruta a seguir que la improvisación que provocaba tener como horizonte la supervivencia en el día a día, el Atlético planteó los últimos años su consolidación en el podio de la Liga apelando a la pegada de la dupla Agüero-Forlán. Daba igual quién estuviera en el banquillo. El plantel rojiblanco convertía cualquier partido en una ruleta rusa ya fuera con Javier Aguirre, Abel Resino o con Quique Flores. "Para qué nos vamos a engañar, eran un auténtico desmadre, encuentros planteados como si estuviéramos en el patio del colegio, correcalles en los que nos lanzaban el balón de un patadón a los de arriba y solíamos desenvolvernos bien; hasta resultaban excitantes para los hinchas", los definía el delantero charrúa, ahora en el Inter.

Sin dar con la pócima filosofal, los técnicos se sucedían en el Calderón tras la búsqueda de un remedio a la anarquía rojiblanca. "Quiero que sea un Atlético regular, ni tan bueno ni tan malo", decía Quique. "Sin esos altibajos tan tremendos que le hacen un rival indescifrable, a veces incluso para mí", señalaba Aguirre. "Mi solución para meter en vereda a un equipo que se comportaba como un púgil confiado en su fuerza bruta en el ring, para domesticar a un purasangre encabritado, fue adelantar la defensa casi hasta el mediocampo. Durante un tiempo funcionó", resaltaba Abel, que clasificó al conjunto rojiblanco para la Champions de 2009-2010 tras un sprint espectacular en el tercio final del campeonato, con siete victorias en los últimos ocho duelos (Forlán marcó 11 de los 32 goles que le valieron para proclamarse Bota de Oro por segunda vez). "Es el síntoma de que no había ningún plan, fue como el achuchón antes de los exámenes finales del típico estudiante que vaguea durante el curso y lo deja todo para el final", se escandaliza José María Amorrortu, responsable del fútbol base del Atlético hasta que este verano regresó a Lezama.

"Sí, eran partidos de ida y vuelta como si no hubiera mañana. Pero ya no es así", zanja Gregorio Manzano. Los números respaldan la tesis del preparador actual: el Atlético ha pasado de dar 352 pases buenos de media por partido la campaña pasada con Quique a hacerlo 497 veces (por detrás de otros seis clubes), siete más que lo que habitúa el Real Madrid. Solo el Barcelona, el símbolo del toque, le supera con 795. "Pretendemos formar un equipo con jugadores de corte técnico, contrastados en esa faceta. Sería absurdo hacerlo de otra manera... Queríamos cambiar la forma de jugar del Atlético a través del trato al balón. De la posesión y de la circulación. Es el camino; lo único que nos faltó ante Osasuna y Valencia fue la definición, pero poco a poco vamos atinando", apunta Manzano, que lo tiene difícil para contar ante el Sporting con Diego, con una lesión muscular. "Influye para bien porque a partir del balón, tocándolo y tocándolo, rematamos mucho [56 intentos por los 59 del Betis y los 79 del Madrid]", añade Adrián.

En apenas tres meses de trabajo el técnico jiennense ha logrado que la escuadra del Manzanares incrementara el contacto con la pelota en 145 ocasiones. "Esto no se veía desde hace mucho tiempo", interviene Domínguez. "Las sensaciones son buenas, sabemos a lo que jugamos", argumenta Mario Suárez, al que Manzano dio la oportunidad en Mallorca. "Mi ilusión en este esquema es dar equilibrio al equipo y abastecer a los de arriba, Arda, Diego, Falcao...", prosigue el medio. "A los jugadores nos gusta este modelo", dice Gabi, otro que también debutó con Manzano, "aunque aún queda mucho para se terminen de acoplar. Para eso no es obligatorio cerrarnos a un solo dibujo. El dibujo no debe imponerse porque sí a la estructura, aunque funcionamos a partir del 4-3-3".

"En definitiva, la idea es ser atrevidos y divertidos. Queremos un juego vistoso, que la gente lo aprecie y no se conforme solo con los tres puntos... El inconveniente que tiene es que nos exige mucho por el lado físico. Los jugadores necesitan mucho fondo para contrarrestar el esfuerzo que exige la idea. Pero merece la pena", concluye Manzano.

Mario Suárez pelea el balón con Forrest, del Celtic.
Mario Suárez pelea el balón con Forrest, del Celtic.DENIS DOYLE (GETTY)

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Sobre la firma

José Marcos
Redactor de Nacional desde 2015, especializado en PSOE y Gobierno. Previamente informó del Gobierno regional y casos de corrupción en Madrid, tras ocho años en Deportes. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Trabajó en Starmedia, Onda Imefe y el semanario La Clave.

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