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Columna
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Razones y sentimientos

El interés por conocer el futuro de la CAM y las causas de su ruina no disminuye en Alicante. Desde que se produjo la intervención del Banco de España, semanas atrás, es el asunto más comentado en la ciudad y -me atrevería a decir- en la provincia. Sin duda, es sobre el que más se ha escrito y opinado en los últimos tiempos. El número de artículos publicados en las páginas de la prensa local es impresionante. En ellos se reflejan los más diversos puntos de vista, porque en estos asuntos todo el mundo tiene su opinión y quiere expresarla. La mayoría insiste en la idea de que la Caja de Ahorros del Mediterráneo ha sido víctima de una conspiración, urdida por el Banco de España y, más concretamente, por su director, el señor Fernández Ordóñez.

Los alicantinos creen que existe una conspiración contra la CAM por razones sentimentales

Frente a esta extendida creencia, uno está obligado a preguntarse si un negocio bancario puede sobrevivir con una morosidad del 19%. Como la respuesta puede resultar incómoda, son pocos los que se han atrevido a formularla en voz alta, y han preferido centrarse en otros hechos menos concluyentes. En este guirigay de opiniones interesadas, algunos economistas han tratado de poner un poco de orden y sensatez. El catedrático Andrés Pedreño ha sido uno de ellos. Con cifras en la mano, Pedreño ha expuesto la realidad de la CAM en un artículo duro por su realismo. "El hundimiento de la CAM -escribe- ha estado provocado por el sector inmobiliario". A continuación, exponía sus argumentos y aportaba datos que a mí me parecen incontestables. Me temo, sin embargo, que no fuera esto lo que muchos alicantinos deseaban escuchar.

¿Por qué el alicantino ha acogido con los brazos abiertos la idea de la conspiración contra la CAM? Mi opinión es que lo ha hecho empujado por razones sentimentales. No sé si fuera de Alicante -de la provincia de Alicante- podrá entenderse este afecto en toda su dimensión. Lo considero improbable. La CAM ha sido la primera empresa provincial y su marca es conocida en cualquier lugar de nuestra geografía. La importancia de la Caja para la pequeña empresa, que es la base de la economía local, está fuera de cualquier duda. A menudo, los intereses de la CAM se confundían con los de Alicante. Además, estaba la Obra Social, una institución de una trayectoria admirable, que se había granjeado el respeto de todo el mundo. Buena parte de la actividad cultural que se realiza en la provincia estaba sufragada por la CAM. Estas razones habían llevado al alicantino a considerar la Caja de Ahorros del Mediterráneo poco menos que una empresa propia.

Si la teoría de la conspiración ha tenido una recepción tan favorable es, en buena medida, por los motivos que acabo de exponer. Como nos resistimos a admitir que la CAM desaparece víctima de sus propios errores, causados por una dirección equivocada, elegimos creer que alguien está interesado en su desaparición. Esta clase de intrigas, por inconcretas, suela dar mucho juego. Los principales interesados en propagar la teoría han sido los sindicatos de la propia caja y algunos consejeros. Al día de hoy, todavía las defienden y han amenazado con exigir una asamblea. Durante los años en que estas personas deberían haber hablado, prefirieron mantener un obediente y obsequioso silencio. Ahora, cuando las cartas están jugadas y la partida ha concluido, deciden -¡A buenas horas, magas verdes!-, mostrarse reivindicativos y exigentes con el Banco de España.

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