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Crítica:Blues | Raimundo Amador
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El gitano en el cruce de caminos

Cuando a la ya bien arraigada laxitud de los garitos madrileños le sumamos la impredecibilidad flamenca, los resultados son incontrolables. Nuestro viejo amigo Raimundo Amador nos había convocado anoche en Caracol a las 21.00, pero eran las 22.15 y la sala, abarrotada hasta la claustrofobia, se desesperaba entre palmas de tango, silbidos y algún exabrupto que otro. Menos mal que la sala de la calle de Bernardino Obregón, inmersa en su vigésimo aniversario épico, entre clausura y clausura, acostumbra a amenizarnos la espera con los clásicos setenteros de Bowie. Solo el Duque Blanco pudo evitar anoche, probablemente, una sublevación popular.

El mal humor se volatilizó en cuanto el cómico Javier Coronas presentó, a las 22.16, al hombre de la desordenada pelambrera azabache. El guitarrista sevillano anda ya por las 52 primaveras, pero conserva un pulso de frescura envidiable. Y constituye un reto permanente de catalogación, porque nada parece gustarle más que la intersección de géneros. Con la eléctrica en las manos se afilia al blues, aunque en Candela le hacía sombra a Santana y ya antes nos había recordado a un Lee Ritenour de tenue cadencia salsera. Y con la acústica se acerca al nuevo flamenco de los Ketama (Hoy no estoy pa nadie, Gitano de temporá), pero el autobiográfico Medio hombre media guitarra, el tema que da título a su regreso, lo habría firmado con gusto su antaño buen amigo Kiko Veneno. Y nos falta todavía la herencia de sus gloriosos Pata Negra, de los que ayer rescató Camarón y el electrizante Blues de los niños.

Amador le da a todo, y casi todo en este retorno parece salirle bien

El desparpajo es constante y los prejuicios, inexistentes. El gitano Raimundo se siente cómodo en las blueserías, como llama a sus cruces de caminos, y tan pronto imprime un toquecito reggae en Coca-cola sin cola como rubrica una lectura magnífica de Jessica, de los Allman Brothers (con mención especial para el bajista Pepe Bao, un bucanero de aspecto temible y pulsación negroide, vertiginosa). Amador le da a todo, y casi todo, en este retorno, parece salirle bien. Incluso como para hacerle hueco en escena a su hija Carmen, que le regala a su derecha las segundas voces.

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