¡Peligro! estás en zona caliente
La zona caliente en política y en precampaña electoral es ese espacio difuso y peligroso de las listas en el que no está nada seguro que tu puesto salga. Tanto directa como indirectamente. Es decir, si el partido calcula que en Madrid, por ejemplo, donde dispone de 15 escaños, ahora puede quedarse en el mejor de los casos solo con 12, o incluso con 10, el territorio con olor a chamusquina sería directamente aquel que traspase ese limbo. Pero indirectamente podría ser algo mejor, es decir, los dos, tres o cuatro puestos siguientes a ese límite que pueden moverse si se producen bajas tras las elecciones. Suele pasar, aunque más si el partido en cuestión gana los comicios que si los pierde. Para el 20-N el PSOE tiene muchas zonas calientes. Y Madrid vuelve a ser tierra abrasada. Las cuentas y los compromisos no salen. Y por eso se ha extendido el ardor y la petición de favores a algunas provincias.
Blanco recriminó a Sebastián por un comentario que anticipaba la derrota electoral
Los anuncios a cuentagotas de fugas entre los ministros profesionales del actual Gabinete (Salgado, Sebastián, Garmendia, Sinde y Gabilondo) y de algunas figuras relevantes y con tirón popular y mediático del partido (José Bono) han ofrecido a algunos la sensación de desbandada en el PSOE. Falsa. Incompleta. El problema no es ese. Rubalcaba dice que tiene "lista de espera" y es verdad. Ahí están los casos ya públicos de Zamora y Madrid. Hay más candidatos que puestos de salida. Tampoco desbordan las opciones de fichajes deslumbrantes. Hay un problema de empleo.
El drama del PSOE ahora es que parece no estar en condiciones de disputar estas elecciones. Que las da por perdidas. Que respira derrotismo. Y el reto de Rubalcaba no es cerrar las listas sino prepararlas para lo que se le viene encima en el Congreso y en el partido tras el 20-N.
La escena se produjo la semana pasada en la comisión delegada de asuntos económicos. Alguno de los presentes sostiene que todo sucedió en tono de broma y otros defienden que lo que allí ocurrió fue algo muy serio. El ministro de Industria, Miguel Sebastián, comentó displicente que no le preocupaban demasiado los intentos de intervención de una empresa ligada al Gobierno mexicano en Repsol porque ese marrón le iba "a tocar a otro". El titular de Fomento, José Blanco, le replicó en el acto que estaba harto de ese tipo de comentarios "cuando ni siquiera ha empezado aún la campaña electoral". Sebastián duplicó aclarando que él no había dicho si el "otro ministro" tenía que ser de un partido o del contrario, del PSOE o del PP. Al margen de la anécdota, el tono de las declaraciones de algunos ministros y dirigentes del PSOE (no ya del propio Rajoy autopresentándose como presidente del Gobierno) no presagia nada bueno. Es muy difícil dirigir y coordinar una campaña electoral con esa bruma cada vez más generalizada. Un pesimismo que se contagia como una peste.
Esta semana se produjo el último pleno de la legislatura en el Senado. Un senador socialista lo resumió así: "Es terrible, la gente más veterana despidiéndose, sabiendo que no hay ninguna posibilidad, y los que deberían tenerlas ahora, porque son más jóvenes y están más preparados, buscando hueco en un grupo que se especula de 56 senadores". El Grupo Socialista tiene hasta ahora 108 parlamentarios. Esta semana se cierra la legislatura en el Congreso.
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