La estrategia de Goliat
Enfrentados con las adversas predicciones de los sondeos y la amenazadora ofensiva de los mercados internacionales contra la periferia de la eurozona, los socialistas aguardan la disolución de las Cortes -dentro de ocho días- con una mezcla de resignado estoicismo y soterrada esperanza. La precampaña emprendida por su candidato está tratando de sustituir los fervorines de los mítines con los argumentos de las aulas en la perspectiva de ganarse el voto del sector centrista del electorado y de rescatar de la abstención a los socialistas decepcionados por el segundo mandato de Zapatero.
Comparado con el activismo desplegado por Rubalcaba, el planteamiento de Rajoy se limita por el momento a hacer suya la estrategia de Goliat durante la batalla contra el ejército de Saúl en el valle del Terebinto. Los efectos intimidatorios de la formidable coraza de bronce, la enorme lanza de hierro y las jactanciosas baladronadas del campeón filisteo frente al bullicioso hondero dejan paso en esta ocasión a los apabullantes resultados de las encuestas y las dominantes posiciones de poder local conquistadas por el PP el 22-M.
Varios ministros del Gobierno de Zapatero renuncian a ser candidatos del PSOE en las próximas elecciones
El riesgo de que el tono pedagógico y el carácter repetitivo de las intervenciones reflexivas de Rubalcaba cansen o decepcionen a públicos acostumbrados a las emociones y a la demagogia no es el único peligro que afronta el candidato socialista. La necesidad de tomar distancias respecto al Gobierno de Zapatero le obligan también a personalizar sus intervenciones y a dejar traslucir una cierta soledad política en detrimento del continuismo partidista. Aunque resuelta sin derramamiento de sangre, la confusa batalla librada la pasada primavera con escasa luz y sin taquígrafos en torno a la candidatura presidencial, las primarias y la designación del nuevo secretario general por un Congreso del PSOE, hizo patente la existencia de una línea divisoria entre los dirigentes socialistas más veteranos y el grupo defensor de una hipotética ideología zapaterista encabezado por la ministra de Defensa, Carmen Chacón.
El entusiasmo con que los medios conservadores han aireado la noticia de que varios ministros del Gobierno -Gabilondo, Salgado, Garmendia, Sebastián y González Sinde- han rehusado (o no han pretendido) figurar en las listas del PSOE responde al deseo de profundizar esa división interna; a efectos electorales, las luchas dentro de un partido teóricamente monolítico son como la peste en una ciudad sitiada o la gripe en un colegio. Los críticos conservadores tampoco libran a los supuestos desertores de una severa regañina como ambiciosos trepadores metidos en política solo para tocar poder. Pero la negativa de esos ministros sin carné de partido o alejados de los centros de decisión del PSOE tiene una explicación honorable: su coste de oportunidad -profesional y vocacional- es demasiado elevado como para sacrificarlo por el escaño de un grupo parlamentario en la oposición sometido a una disciplina de hierro. -
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