El peso de las inercias
Los tiempos de la justicia no coinciden con los de la política. Es lo que revela la sentencia del caso Bateragune al condenar a Arnaldo Otegi por colaboración con banda armada. El propio auto del juez Garzón, origen del caso, de octubre de 2009, desvela cómo ETA recelaba de las posiciones de Otegi, que cuatro meses después, en febrero de 2010, ya desde la cárcel, lograba que la izquierda abertzale asumiera sus planteamientos y rechazara, por amplia mayoría, la violencia, incluida la de ETA.
Desde el campo de la política vasca apenas hay dudas de que la apuesta de la izquierda abertzale por el fin de la violencia es irreversible y de que, por tanto, Bildu y Otegi no solo no son ETA, sino que desean que esta cese definitivamente. Lo recoge veladamente la declaración de ayer del lehendakari, Patxi López.
Otegi ha comparado alguna vez a ETA con un transatlántico al que le cuesta cambiar el rumbo. Las inercias impiden a ETA dar el cese definitivo. Y las inercias, en este caso judiciales, han sentenciado a Otegi por el caso Bateragune. Otegi paga las consecuencias de que ETA no haya anunciado su cese definitivo y el tribunal que lo ha condenado no ha tenido en cuenta su esfuerzo por lograr ese final. Aunque esta decisión es un revés para la mayoría de la izquierda abertzale, que está por el final de ETA, afortunadamente, su decisión es irreversible. ETA tendrá que desistir. Y Otegi, más pronto que tarde, recobrará la libertad.
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