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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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Dos damas juntas

Boris Izaguirre

En 1966 Casa Pilatos, en Sevilla, se engalanó para un baile de debutantes. Cayetana Fitz-James, duquesa de Alba, fue su anfitriona y su invitada estrella, Jacqueline Kennedy, que levantó al fin el duelo que la había transformado no solo en la viuda de América sino en la mujer más admirada y perseguida del mundo. Exactamente 45 años después, ambas mujeres, una viva, la otra inmortal, regresan hoy para una reunión con la cultura de la celebridad. Jackie por una entrevista que ahora sale a la luz, Cayetana por una boda que nos enceguece en tiempos de cólera y malos hábitos bancarios. Son hoy, símbolos de un tiempo que ya no existe, ejemplares de una raza en extinción: el de la dama impecable en su apariencia e inflexible en sus criterios. En la entrevista que ahora conocemos, fruto de una conversación-desahogo con el historiador de la familia Kennedy, Arthur Schlesinger, Jackie expresa que las mujeres no deben participar directamente en política. "No estamos hechas para ello", aduce. Cayetana Fitz-James siempre se ha mantenido por encima de cualquier vaivén político. Y sin embargo la política actual, la que ve el euro desmoronarse, está controlada por dos mujeres, Angela Merkel y Christine Lagarde, dos mujeres al borde del abismo.

Jackie Kennedy y Cayetana de Alba son símbolos de un tiempo que no existe

En 1966, Sevilla fue sede de un evento de relumbrón internacional, ellas reinaban pero de otra manera. Por su encanto, por su capacidad de aceptar ser floreros, por su silencio. En YouTube puede verse el vídeo de la llegada de Jackie Kennedy a Sevilla, en ese abril. Fiel a su infatigable chic, Jackie desciende hacia la humedad andaluza sin que su famoso peinado bouffant (mucho pelo, mucha laca), pierda esponjosidad ni volumen. A pie de pista la espera Cayetana con el mismo peinado, quizá a manera de bienvenida, solo que rubia. Horas más tarde, para no coincidir y crear un triángulo incomodo, aterriza Grace Kelly, que completa ese monte Rushmore capilar con su turbante. Se dijo entonces que Jackie pidió que Grace se mantuviera aparte porque no le perdonó que durante una convalecencia del senador Kennedy, Grace se extralimitara en sus cuidados. También se dijo que Antonio Garrigues, embajador de España ante el Vaticano en ese momento, era más que un acompañante para la bella viuda. Mujeres de ese calibre no podían estar acompañadas sin que existieran algo más que palabras. En las imágenes, todo el protagonismo pertenece a las dos señoras bouffant: Jackie y Cayetana, la rubia y la morena, un diálogo platónico propio de la Academia de Atenas que hoy en día solo podemos desear entre la señora Merkel y la señora Lagarde. En el vídeo, las debutantes empiezan a desfilar, como bailarinas en La Bayadère. Muchachas que se presentan en sociedad, en busca quizá de un amor que las defina para toda su vida. Se puede pensar que este tipo de ceremonias ya no se estilan, las jóvenes no necesitan debutar así. El desfile nos recuerda un poco al de Miss Universo. ¿Qué reacción habrían tenido estas señoras de hace 45 años al observar a la debutante Miss Angola ganar el cetro a la más hermosa del universo?

Sí, todo ha cambiado. La fuerza de esas imágenes viene a colación porque Cayetana está de infinita actualidad. Y aquella entrevista desahogo concedida al historiador ha hecho regresar a Jackie de su más allá. Grabada un año después del magnicidio de Kennedy, su joven viuda arremete contra casi todo en la grabación, probablemente en un gesto no muy de dama, pero sí del brillante cerebro que atesoraba. Acusa a De Gaulle de egocéntrico, aunque fue durante su visita a su París cuando Jackie alcanzó su cuota más alta de popularidad como primera dama. Debía tener razón. A Indira Gandhi, de gruñona, con idéntica razón. La entrevista debió quitarle horas de sueño a una madame perfección promotora del lema: "La máxima cortesía con la mínima información".

Cuarenta y siete años después, las conversaciones arrojan luz sobre el eterno misterio femenino: ¿Cuánto poder puede conseguir una mujer con su silencio? Y ¿cuánta verdad pueden revelar sus palabras al conocer la luz? Por eso es oportuno revisar ese instante en que Cayetana y Jackie fueron dos damas juntas. Porque su conversación, (todo cortesía, poca información) destila valor histórico. Encuentro de dos mundos: Europa aristocrática, América joven y superviviente, bajo un mismo peinado. Lo único que queda en pie de todo aquello, es el patio de la Casa Pilatos y su célebre fuente. Y el recuerdo de que en aquella noche se convirtió en una Academia y esas dos damas, en una suerte de filósofas conocedoras de todo lo que somos, peinando su abundante sentido común que, al igual que el pelo, es lo que les sobra a ambas.

Hemos perdido casi todo, a Jackie, a Grecia y el sentido común. Cada vez más parece que las sombras que acechan Europa lo hacen también con el deseo de sabotear la boda de la duquesa. Necesitamos más de un rezo para que el euro no se desplome antes del 5 de octubre, esa fecha que todos esperamos con un ¡ay! y en la cual la única superviviente de aquella cumbre del 66 en Sevilla, nuestra duquesa, demuestre al mundo que el amor puede superar la sexta, la séptima y hasta la octava década. Y el euro, también.

Jacqueline Kennedy y Cayetana de Alba, en Sevilla en el año 1966.
Jacqueline Kennedy y Cayetana de Alba, en Sevilla en el año 1966.GTRESONLINE

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