Señales mixtas
Los gestos más solidarios de Berlín y Bruselas ayudan a frenar el pesimismo de los inversores
En el contexto de la marcada volatilidad que vienen exhibiendo los mercados financieros desde hace semanas, la jornada de ayer ha recibido señales que han constituido algunos paños calientes para aquellos de bonos públicos y acciones que han sido más castigados en las últimas jornadas. Han sido, eso sí, apenas suficientes para neutralizar parcialmente las consecuencias adversas de la reducción en la calificación crediticia de dos bancos franceses.
La más explícita de las buenas señales la ha aportado la disposición mostrada por el presidente de la Comisión, Durão Barroso, a preparar una eventual iniciativa tendente al lanzamiento de bonos conjuntos, a la mutualización parcial del riesgo soberano en la eurozona; ha sido sin duda una de las razones que ha animado a quienes compran en los mercados financieros, aun cuando su virtualidad sigue condicionada a que la Administración alemana venza su conocida resistencia al respecto. Favorable ha sido igualmente la aprobación parlamentaria del paquete de austeridad presupuestaria que finalmente propuso el Gobierno italiano, aun cuando quepan serias dudas de su grado de suficiencia y, en todo caso, de su aplicación final. También ha favorecido ese ambiente comprador la noticia de que algunos Gobiernos de países emergentes estarían considerando apoyar la solución de la crisis soberana en la eurozona mediante la adquisición de deuda pública italiana y española, así como la entrada en el capital de algunas empresas.
Son todas ellas meras declaraciones de intenciones, pero de efectos ligeramente balsámicos en el clima de tensión que viven los mercados, en la medida en que favorecen un cambio de la atmósfera de marcado pesimismo que viene reinando sobre el futuro de la eurozona. Que se atenúen las probabilidades de una desordenada suspensión de pagos de la deuda pública griega, concediendo más verosimilitud a la reestructuración en ciernes, constituye, al menos, un cierto alivio.
La contrapartida probablemente más adversa ha llegado de parte del Gobierno austriaco, reticente a ampliar el fondo de rescate y, desde luego, a la instrumentación de los eurobonos anunciados por Barroso. Lo más relevante, en todo caso, es que las autoridades alemanas abandonen su manifiesta inhibición y concreten la nueva modulación de la retórica, algo más cooperativa, que mantiene la canciller Merkel desde la sentencia del tribunal constitucional alemán. La conversación entre ella, el presidente francés, Sarkozy, y el primer ministro griego, Papandreu, no fue ningún alarde de flexibilidad, pero aleja el riesgo de quiebra descontrolada de Grecia que situaría al conjunto de la eurozona al borde del colapso. La apuesta a la permanencia de Grecia en la zona monetaria es un mensaje tranquilizador.
Es un soplo de ligera esperanza que, en el mejor de los casos, supondrá ganar tiempo y distanciarnos, aunque sea marginalmente, del peor de los desenlaces. También permitirá que el BCE siga alimentando de liquidez a los bancos con problemas.
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