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Análisis:'CHEERS' (TELECINCO)
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Aquí no hay quien beba

Marcos Ordóñez

Mal empezamos cuando uno de los guionistas de la versión española de Cheers en Telecinco proclama sin rubor que "era una serie floja y ha envejecido muy mal". ¿Qué sentido tiene entonces utilizar el mismo título, pagar (imagino) una pasta en derechos y reescribir (dicen) los guiones originales cuando el resultado podría llamarse Tasca Manolo? ¿Hay una gran diferencia entre este Cheers de secano y la pretérita Los ladrones van a la oficina? Decorado aparte, yo no se la veo. De acuerdo: Alberto Sanjuán (Nico, antes Sam Malone) y Alejandra Jiménez (Rebeca, mixtura de Rebeca y Diana) están estupendos, con interpretaciones claras, frescas, muy buen timing, excelente química, y tienen, con excepciones, las mejores líneas del guion, pero las tramas que agrupan al terceto Antonio Resines (Félix Simón, antes, ay, Frasier Crane), Pepón Nieto (Blas, antes Norm) y Luis Bermejo (Ricardo, antes Cliff) parecen combinar los tics de la revista más casposa con brochazos dignos de Benny Hill: ojos desorbitados, señoras que se despelotan, réplicas cuarteleras.

Las risas grabadas redoblan la sensación de bochorno

Lástima, porque Bermejo es un actor sobrio y Nieto puede pasarse con gracia, siempre y cuando el libreto ayude. Resines hace de Resines, sea su personaje psiquiatra o palafrenero: pese a su innegable talento, es fatigoso que aquí actúe como un imitador de sí mismo pasado de vueltas. Que el gag de apertura se centre en Resines atrapado por su novia (una hierática Ana Belén) con una bailarina en el regazo ya indica que el listón no está muy alto. El humor oscila entre lo vodevilesco y lo infantiloide: el pasaje en el que el pobre José Coronado se ve obligado a decir que irá a África para hacer crecer a los pigmeos no hubiera tenido cabida ni en el peor episodio de Los Chiripitifláuticos. A ese podio de boberías se alzan diálogos como: "Paz. ¿Te llamas Paz?". "No, que me dejes en paz" o la imborrable rima de "atolón" con "Tolón, tolón". Las risas grabadas redoblan la sensación de bochorno, como cuando alguien se parte estruendosamente la caja tras un chiste colegial.

De momento, Joan Pera es un muy sosito Míster (antes Coach Pantusso) y Adam Jezierski un evanescente Yuri (olvidemos la comparación con Woody Harrelson, del mismo modo que conviene no recordar a Kelsey Grammer), y quizás tenga más gracia Chiqui Fernández (Lola Mendoza, antes Carla) cuando la liberen de asomar entre los parroquianos para soltar sus apostillas y cuando estas sean realmente sulfúricas. Siempre es un placer, en cambio, ver al gran Luis Varela en el rol del amo furibundo, templando y mandando desde que entra en escena. De acuerdo también (hoy tengo el día optimista) en que solo hemos visto dos episodios y que el segundo era mejor que el primero. Habrá que esperar a que el suflé suba o los guiones cambien. También Plaza de España (TVE), de Montero y Maidagán, arrancó floja y acabó (bueno, la chaparon: ¿por qué?) a caballo entre Berlanga y Mihura, combinando surrealismo y cotidianeidad con auténtica gracia. Veremos.

Cheers se estrenó el domingo en capítulo doble. El primer episodio logró una media de 2.584.000 espectadores (15,6% de cuota de pantalla); el segundo, 2.810. 000 (16,6%)

Ana Belén y Antonio Resines, en primer plano, en una escena de la versión española de <i>Cheers. </i>
Ana Belén y Antonio Resines, en primer plano, en una escena de la versión española de Cheers.

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