Bufonada francesa
La selección de Collet, con Parker y Noah todo el partido en el banquillo, fomenta la sospecha de que no quiso competir con España para tratar de evitar a Lituania en las semifinales
Concluyó el partido y, en la rueda de saludos entre los jugadores de uno y otro equipo, Calderón, con buen talante, con una sonrisa, le preguntó a Parker por qué no había jugado. La figura de la selección francesa con un gesto, riendo, tocándose la pierna izquierda, le vino a decir: "¡Mira esto! Estoy lesionado". Fue el colofón de la pantomima francesa, un escándalo por su pachorra, un insulto al espectador, una falta de respeto a la competición, incluso a su rival, España, que fue a lo suyo. No necesitó forzar en absoluto para arrollar a los figurantes que se encontró delante.
No jugaron ni Parker, ni Joakim Noah, los dos pilares de una selección francesa que había completado un recorrido triunfal en los siete partidos anteriores. Tanto y tan bien se había desenvuelto que comparecía en la última jornada de la segunda fase con el billete para los cuartos de final en el bolsillo, al igual que España. Se jugaban el primer y el segundo puesto de su grupo. Se sabía de antemano que la perdedora iba a quitarse de en medio al coco de la competición, a Lituania, el anfitrión, un hueso, mayormente con el previsible ambiente que caldeará el flamante pabellón de Kaunas, con capacidad para 17.000 personas, en unas hipotéticas semifinales.
ESPAÑA, 96 - FRANCIA, 69
España (21+18+29+28): Calderón, Navarro (16), Rudy (15), Marc Gasol (9) y Pau Gasol (11) -equipo inicial-, Reyes (10), Ricky, San Emeterio (4), Llull (9), Claver (8), Sada (4) e Ibaka (10).
Francia (22+16+10+21): Batum (9), Albicy (8), Traore (16), Pietrus (2) y Diaw (5) -equipo inicial- Seraphin (18), Kahudi (1), De Colo (10) y Tchicamboud.
Árbitros: Sreten Radovic (CRO), Olegs Latisevs (LET) y Miroslav Tomov (BUL). Sin eliminados.
Pabellón: Siemens Arena de Vilna, ante unos 7.000 espectadores.
Fue sangrante la nula aplicación mostrada por el equipo francés
Parker se divirtió con las 'cheerleaders' durante los tiempos muertos
Sin réplica enfrente, Scariolo concluyó con todos los suplentes en la cancha
Con ese trasfondo, a Francia no se le ocurrió nada mejor que prescindir de sus dos mejores hombres, que se añadieron a la baja de Gelabale, más creíble porque era anterior. No quedó ahí la cosa. El equipo francés adoleció de una mínima tensión competitiva. Tal fue su descaro que el escándalo fue evidente. España pasó de la bufonada francesa. No quiso entrar en un juego de hipótesis. Sabía que, ganando, se cruzará con Finlandia o Eslovenia en los cuartos de final y, probablemente, con Lituania en las semifinales.
El equipo de Sergio Scariolo compareció como en cualquier otro partido. No necesitó ni de una excesiva tensión ni cargar de minutos a sus mejores piezas para propinarle un tremendo correctivo a su rival. A Navarro le bastaron 14 minutos para sumar cuatro triples en cuatro intentos, a Pau Gasol, 18 minutos para anotar 11 puntos y dar el tirón ante una Francia que, después de un primer tiempo malo pero al menos decoroso, dimitió en el inicio de la segunda parte. Fue sangrante la nula aplicación del equipo que dirige Vincent Collet, especialmente en aquella fase del partido. Rudy, enérgico como siempre, desarboló a la flojísima defensa francesa. El insólito laisser faire se tradujo en un aplastante parcial: 4-27.
Parker, en el banquillo, se divertía observando a las cheerleaders. Qué debía pensar De Colo, el base escolta francés que, hace dos años en el Europeo de Polonia, fue tratado de tonto al anotar en el último instante una canasta ante Grecia, en otro partido que Francia no quería ganar para evitar a España en el cruce de cuartos.
La diferencia de la farsa en el pabellón de Vilna fue aumentando hasta los 33 puntos (56-89). España no pisó el acelerador. Se dedicó a lo suyo, a ganar sin un excesivo dispendio de fuerzas. Sergio Scariolo concluyó con todos los suplentes en la cancha y, a diferencia de días anteriores, España, sin réplica alguna, mantuvo las constantes de su juego. Sada dispuso de minutos, Claver logró por fin lucirse, Felipe Reyes estuvo en la onda, igual que Ibaka, mientras que Navarro, Rudy y los hermanos Gasol, que ya habían cumplido de sobra dado lo que había delante, descansaban y aplaudían desde el banquillo.
Resulta inútil ponderar los puntos -España estuvo a punto de llegar a los cien por primera vez-, los rebotes, las recuperaciones de balón, las asistencias. La destensada defensa francesa era un coladero sin remisión, sin que nadie llamara al orden, sin un grito, sin una muestra de rabia. Sus jugadores, incluidos varios de la NBA como Batum, Diaw o Seraphin, deambulaban por la cancha, sin la más mínima sensación de preocupación y menos todavía de vergüenza, inmunes a las consecuencias de su pantomima. Sabedora, eso sí, de que ahora se enfrentará a Grecia en los cuartos de final que no tendrá delante a Lituania en unas hipotéticas semifinales, y que, en cualquier caso, a España ya no volvería a verla hasta la final. Un monumento a la especulación, contra el más elemental espíritu deportivo.
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