A cara de perro
Dos no pelean si uno no quiere. Pero si ambos quieren, como es el caso, lo ideal es que la pelea sea un combate sin tregua, a cara de perro, en expresión ciclista; a vida o muerte, deportivamente hablando.
El último kilómetro de la etapa de ayer en Peña Cabarga, se podría mostrar en cualquier escuela ciclista a la hora de repasar el diccionario y llegar a la definición de lucha. Ejemplo de que no todo puede estar perdido cuando así lo parece, ni ganado. Y de que incluso salvando la situación del momento crítico, uno no puede relajarse ni bajar la guardia hasta no cruzar la línea de meta.
Cobo peleaba en casa, lo que teóricamente debería significar conocimiento del terreno, aunque no era así en este caso. Peculiaridades suyas. Froome, Froomy, tal y como le conocen sus compañeros y tal y como ya podría hacerlo yo, pues con su acción de ayer se ha ganado mi simpatía, peleaba fuera. Eso no es novedad para el corredor británico de origen kenyano-sudafricano, acostumbrado está. Por lo tanto, el terreno era virgen para ambos. Y la situación, también.
Ambos son dos actores secundarios a los que nadie se los imaginaba en estas lides hace apenas un par de semanas. Ni siquiera ellos mismos en sus mejores sueños. De Cobo se conocía su potencial físico, pero también su fragilidad mental. De Froome se conocía bastante menos. Al parecer, en su equipo estaban bastante impresionados con sus datos fisiológicos, parámetros que no engañan a la hora de ver el potencial de un motor, pero que no necesariamente se traducen en resultados. Y estos no llegaban, y la paciencia se agotaba.
Pero las circunstancias y su rendimiento durante estos días les han ubicado a ambos en el corral de los gallos de pelea. Ya no hay más alternativas, uno de los dos ganará esta Vuelta el próximo domingo en Madrid, pero aún no sabemos quién. La ventaja para el cántabro está ahora en 13 segundos, una diferencia pírrica teniendo en cuenta sobretodo las bonificaciones de 20, 12 y ocho segundos a los tres primeros clasificados de cada etapa, y de seis, cuatro y dos, a los tres primeros de cada sprint intermedio -dos en cada una de las cuatro etapas que restan-.
Además, quedan tres etapas con recorridos que teóricamente no tienen puntos decisivos en sí mismos, pero con variadas posibilidades de emboscadas. Así que visto lo de ayer, la agresividad y la ambición de Froome, y la ambición igualmente de Cobo porque no le arrebaten lo que ya posee y por la búsqueda de esa victoria que le cambie la vida, ninguno de los dos va a poder parpadear más de la cuenta durante estos días, no vaya a ser que el otro se la líe.
Y por el camino la vuelta de la Vuelta al País Vasco, a sus orígenes y a la ciudad en la que nació. El espectáculo está asegurado. Y de entre los escenarios posibles, hay uno que aún se antoja improbable, pero no imposible ni descabellado. Que los dos contendientes se jueguen la Vuelta en los sprints bonificados del último día en el Paseo de la Castellana. No lo creo, pero se están viendo cosas tan sorprendentes en esta Vuelta, que quién sabe. Veremos, que tenemos ganas de verlo, además.
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