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Columna
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Obligación

David Trueba

Cada vez más la vida se adecua al formato de la ficción. Las ecuaciones narrativas terminan por servir para dar cierta lógica a la realidad indomable. La que sostiene que si a la tragedia le sumas tiempo acaba en comedia, hasta ahora funcionaba para algunas peripecias personales, pero no para otros asuntos. Más bien sucede que dejar pasar el tiempo es el recurso más fácil para eludir las responsabilidades. Vemos constantemente a delincuentes y corruptos sacar pecho orgullosos no tanto porque hayan demostrado su inocencia judicialmente, sino porque han logrado que los delitos prescriban. El reloj se pone de su parte y ellos confunden la legalidad con la moralidad, arrastrándonos a todos con su ejemplo a un mundo más cínico. Cuando esto sucede en la política es siniestro: ahí están los que presumen de prescripción criminal como si fuera un equivalente a inocencia.

En nuestra historia no faltan los ejemplos de cómo el tiempo se ha usado para cauterizar las heridas, pero malcerrar el pasado es lanzar el daño hacia el futuro. En el caso de los niños robados de los últimos 50 años en España, este periódico ha dado espléndidos reportajes que bordeaban el terror. Algunas de las víctimas han logrado el objetivo de reencontrarse y otros, al menos, son conscientes del episodio que les tocó vivir. Pero este fin de semana han vuelto a los noticiarios y a la calle porque se encuentran sin amparo judicial, olvidados de todos, a la espera de que el tiempo oculte el problema, no que lo resuelva.

Que los jueces consideren el delito de robo de un niño como algo prescrito suena a surrealismo cotidiano. Cuesta imaginar a un bebé contratando a un abogado o recurriendo a la identificación por ADN antes de que el delito prescriba a la vez que aumentan las velitas en su pastel de cumpleaños. Tampoco a las madres solas de aquel tiempo, abducidas por médicos mafiosos o monjitas que entendían la caridad como una fuerza superior que repartía los niños a su antojo, les resultaba sencillo acudir a la justicia. La indefensión les paralizaba. En la ficción, si a la mentira le sumas tiempo añade algo podrido al asunto, aprendamos de eso. Poner remedio y ayuda en estos cientos de casos es una obligación.

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