Desayuno al atardecer en Topkapi
El recién terminado ramadán marca durante un mes el ritmo de Estambul
Cuando pensamos en ir a Estambul no teníamos ni idea de que nuestro viaje coincidiría con uno de los momentos más señalados del calendario musulmán: el ramadán, el periodo de ayuno, que este año fue del 1 al 30 de agosto. Treinta días en los que los fieles se abstienen de comer, beber, fumar o incluso perfumarse entre la salida y la puesta del sol. Nada más aterrizar en el Sabina Gocken, el segundo y moderno aeropuerto de Estambul, nos dimos cuenta de que el ramadán impregnaría toda nuestra estancia.
Esta fascinante ciudad a caballo entre Europa y Asia es un crisol de las culturas que la han hollado desde su fundación unos 700 años antes de Cristo. Primero se llamó Bizancio; después, Constantinopla, y desde 1930 es Estambul. Capital del Imperio Romano de Oriente y del Imperio Otomano, la mezcla de religiones ha dejado huella en sus calles, pero actualmente los entre 10 y 15 millones de personas que viven en Estambul -nadie sabe la cifra exacta- son, en su inmensa mayoría, musulmanes. Por ello, el ramadán marca el pulso de la ciudad, y si bien los turistas pueden vivir perfectamente al margen, es recomendable integrarse en algunas de las actividades que cuando cae el sol florecen por las esquinas y plazas del Estambul.
Lo primero que hay que tener presente es que el ramadán es un periodo de purificación durante el cual, a través del ayuno, los creyentes demuestran su fidelidad a Dios, para convertirse en mejores personas. Esto no implica que los restaurantes estén cerrados durante el día, ni mucho menos. Los puestos callejeros para comprar comida y agua compiten con decenas de establecimientos, especialmente en Sultanahmet, la zona más turística, donde se concentran la basílica de Santa Sofía, la mezquita Azul, la cisterna bizantina y el hipódromo. Lo recomendable para los visitantes es no comer, beber o fumar en la calle o hacerlo con discreción, para mantener una actitud de respeto hacia los musulmanes que sí siguen el ayuno, un sacrificio especialmente difícil cuando coincide con el cálido verano turco. La contrapartida es que al mediodía los restaurantes suelen estar casi vacíos y el servicio se multiplica en atenciones.
Para los amantes del regateo, el Gran Bazar es el paraíso. Un laberinto de 4.000 tiendas, talleres y puestos donde se mezclan las imitaciones más sofisticadas con piezas de artesanía turca. El alma del Gran Bazar son sus 20.000 trabajadores, que durante el ramadán adaptan sus horarios. Así, a las 19.30 empiezan a bajar persianas -normalmente lo hacen bastante más tarde- para llegar a casa antes de terminar el ayuno. Lo mismo rige para el Bazar de la Especias, un mosaico de colores y olores donde conviven montañas de azafrán con otras de guindilla, pimienta o frutos secos. Desde el cierre de los comercios hasta que oscurece, una hora después, Estambul es un caos total. El tráfico se colapsa en un concierto de cláxones, los autobuses rebosan y dentro del moderno tranvía conviven todos los olores, quizá por lo de no perfumarse durante el ayuno.
Cuando el sol se pone detrás de la mezquita de Solimán, la música, los espectáculos de marionetas, los bailes y sobre todo la comida y las bebidas no alcohólicas aparecen mágicamente por todos los rincones. Es tradición compartir la rotura del ayuno -iftar- con familiares y amigos. Por ello centenares de personas llevan cada noche su cena hasta la explanada entre Santa Sofía y la mezquita Azul, donde hay mesas y sillas habilitadas. Otros optan por los jardines del palacio de Topkapi, un fabuloso recinto con vistas al Cuerno de Oro y el mar de Mármara, los dos brazos que abrazan Estambul. Centro del poder hasta finales del siglo XIX, Topkapi reúne las maravillas del tesoro imperial, el sugerente harén de los sultanes e incluso un pelo y un diente del profeta Mahoma.
Paraíso de golosos
Sobre la mesa, los meze (aperitivos), el cordero y el pollo, kebab o en pinchos, se mezclan con pescado, arroz, verduras, pan de pita o queso. Para los golosos, Estambul es el paraíso. Los dulces de membrillo o calabaza con nata y nueces; el pudin con pasas y piñones, higos o pistacho, y el baklava, hojaldre relleno de pistacho y miel, son solo algunas ofertas del catálogo de calorías. Y para beber, yogur líquido salado (ayran), zumos de frutas o agua embotellada (conviene evitar el agua del grifo incluso en los hoteles).
Muchas familias optan durante el ramadán por reunirse en restaurantes, y en los más populares es recomendable hacer reserva. Otra opción es alguno de los espectáculos donde integran la música y el baile tradicional turco con la danza del vientre, a pesar de no ser original de estos lares. Es muy turístico, pero el Orient House (Tiyatro, 27; www.orienthouseistanbul.com) ofrece cena y espectáculo por 60 euros. Y con las energías repuestas empieza la fiesta. En las zonas más céntricas, pero también en barrios populares, se organizan pequeños conciertos donde es bienvenida la participación de los visitantes aunque no profesen la fe de Alá. El más importante es el Festival Internacional de Jazz del Ramadán (www.ramazandacaz.com), que reúne a los músicos del género más reconocidos del mundo árabe. Los conciertos se desarrollan en jardines de ensueño como los del palacio de Topkapi o los del palacio Yildi.
Guía
Información
» Turismo de Turquía (www.turismodeturquia.com; www.visitistanbul.org; 915 59 70 14).
Cómo llegar
» Iberia (www.iberia.com) vuela de Madrid a Estambul por unos 240 euros ida y vuelta.
» Alitalia (www.alitalia.com) vuela de Barcelona a Estambul por 205.
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