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INTIMIDADES
Columna
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De tripas, corazón

Los seres humanos tenemos muchas malas costumbres y de las peores, mentir. Además nos gusta clasificar las mentiras para aliviar nuestra conciencia. Piadosas: la archiconocida "no querida, no estás gorda, es que antes estabas muy delgada". Otras que bien parecen un clásico del día a día: "Por favor, pase usted primero". Y la abuelita de todos los días te vuelve a ganar el turno. Bien parece que sepa tu horario laboral o que te espere todos los días en la esquina. Y todo lo contrario, cedemos el turno en la farmacia gustosamente porque "no tenemos prisa" y lo que en realidad queremos es quedarnos sin público para pedir la caja grande de preservativos. Las chungas, las que hacen daño: "Cariño, para mí eres la única". Pero en esas, mejor no entremos. Y después las que son imposibles de entender: banquete de boda o comunión donde te dejas casi medio empaste en la carne. Suplicarías porque algún lindo minino se acercara para repartir con él las gambas, no encuentras suficientes botellas de agua para tragar el pastel y a la pregunta de si todo estaba bueno, respondes: "¡Buenísimo!" Y aunque la indigestión os lleve a todos, novios incluidos, a ser accionistas por derecho de Almax, jamás confesaréis que era mentira. Pero hay momentos en que no queda otro remedio que hacer de tripas, corazón.

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