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El tranquilo primer año de Iceta

El obispo de Bilbao, nombrado por el Vaticano en agosto pasado, es el primero que no ha tenido que oficiar funerales por asesinatos de ETA desde 1975

El final de ETA fue tema de conversación en el almuerzo celebrado el pasado día 19 en el palacio de la Moncloa con el secretario de Estado de la Santa Sede, el cardenal Tarcisio Bertone, y el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, como principales comensales. "El Gobierno ha pedido al Vaticano ayuda pastoral para el final de ETA", titulaba al día siguiente EL PAÍS. Bertone estaba en Madrid acompañando a Benedicto XVI durante la exitosa Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). En la diócesis de Bilbao no hay constancia de esa conversación. Lo decía el pasado miércoles a este periódico uno de sus dos vicarios generales, Félix María Alonso, "de guardia" en el obispado en una semana de descanso general tras la JMJ.

La comunión del Episcopado es ahora total en materia de lucha antiterrorista
"El ideal es que no haya ni atentados, ni miedo, ni nada", dice el vicario Alonso
Rouco ha elegido prelados tan vascos inequívocamente como conservadores
La crisis del catolicismo resulta especialmente aguda en Euskadi y Cataluña

En materia de lucha antiterrorista, la comunión en el Episcopado español es ahora total, lejos los tiempos en que una pastoral de los obispos vascos de 2002, titulada Preparar la paz, provocó un serio conflicto entre las diócesis vascas y la Conferencia Episcopal, y entre ésta y el Gobierno de Aznar. La trifulca se zanjó con una pública llamada de atención al nuncio (embajador) del Vaticano en Madrid, reclamado por Exteriores para una llamada a consultas.

El ahora arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, fue uno de los firmantes de esa pastoral como titular de la diócesis de Bilbao. El ahora vicario general Alonso, entonces su canciller, conoce de primera mano lo sucedido y puede comparar situaciones. "En primer lugar, siempre sostuvo lo mismo: que ETA tiene que desaparecer, que no tenía otro camino que dejar de matar", dice.

El pasado miércoles se cumplió un año de que el Vaticano, la Conferencia Episcopal y la diócesis de Bilbao hiciesen público el nombramiento de Mario Iceta Gabicagogeascoa como prelado de la principal diócesis vasca, cargo del que tomó posesión el 11 de octubre pasado.

El vicario general destaca la "plena normalidad" de este año, igual que en las relaciones entre el Episcopado vasco y el del resto de España ante el terrorismo. Afirma: "Es verdad que ha habido en el pasado momentos difíciles, pero es que las cosas se ven de manera distinta en función de dónde se observen. Pero en lo fundamental, siempre ha habido acuerdo en que ETA debe desaparecer, que no representa a nadie, que nunca ha sido elegida por nadie para nada y que sus planteamientos, si los cree legítimos, debe plantearlos con respeto a las leyes vigentes y no pegando tiros o poniendo bombas".

Otra cosa es cómo avanzar, El vicario reconoce que "ahí cada uno puede verlo de distinta manera". "Ese es ya el juego político. Parece que el Gobierno actual tiene ahora una posición y el tiempo dirá quién tiene razón y quién no la tiene, pero el tiempo final es la paz absoluta. No hay otro objetivo", resalta.

Blázquez fue recibido de uñas en Bilbao -donde al final permanecería 15 años, entre 1995 y 2010- cuando fue nombrado por el papa Juan Pablo II para llevar una de las diócesis más complicadas del mapa eclesiástico español. Saludado despectivamente por el PNV, con el argumento de que ni era vasco ni hablaba euskera, su gestión fue limando poco a poco las disputas, hasta ser asumido como propio. En cambio, el camino de Iceta ha sido bastante pacífico, sin apenas sobresaltos, salvo alguna contestación interna y un leve recelo inicial del PNV.

Con Iceta en Bilbao, el cardenal Antonio María Rouco completó la transformación del episcopado vasco, de forma radical. Se habían acabado los tiempos de prelados nacionalistas. Miembro de la poderosa congregación pontificia encargada de elegir en Roma a los prelados en todo el mundo, Rouco completó la operación colocando a José Ignacio Munilla en San Sebastián nada más jubilarse Juan María Uriarte.

La crisis del catolicismo en España, motivo de gran preocupación en el Vaticano, resulta especialmente aguda en el País Vasco y Cataluña, donde, sin embargo, han gobernado la gran mayoría del tiempo a partir de 1978 partidos autoproclamados cristianos. La Conferencia Episcopal llevaba años buscando una explicación. Finalmente, concluyo que la raíz del problema estaba en el tradicional e indisimulado hermanamiento de la jerarquía con el nacionalismo en esos territorios.

La solución de Rouco ha sido llevar a esas diócesis a sacerdotes tan inequívocamente vascos como romanos, conservadores y antinacionalistas. Además, buscó a prelados curtidos en la pastoral, con carácter propio y amplia formación intelectual, es decir, poco influenciables. También debían ser jóvenes.

Este es el perfil de Iceta y el de Munilla. El primero tiene 46 años. Munilla, cuatro más. Frente a la tradicional gerontocracia de la Iglesia católica, donde sus principales jerarcas superan todos los 70 años -Rouco acaba de cumplir los 75; el Papa ya supera los 84-, se trata de una edad asombrosa.

Iceta, sexto obispo de la diócesis de Bilbao, es el primero que no ha tenido que oficiar funerales por asesinatos de ETA desde 1975. Su vicario subraya que, efectivamente, es un hecho extraordinario, pero con el que no hay que conformarse. "No hay atentados, pero sigue habiendo violencia verbal y pintadas, y amenazas. El que no haya atentados es el máximo, pero el ideal es que no haya nada de nada: ni atentados, ni amenazas, ni coacciones, ni extorsiones, ni miedo. Monseñor Blázquez dijo bien alto que ETA tiene que desaparecer. No ha desaparecido. Algo se ha movido y nos tranquiliza y se nota en todo, pero el objetivo es que no haya riesgo alguno para nadie, nunca".

La renovación del equipo diocesano

Además de nacer en Euskadi -en Gernika, el 21 de marzo de 1965- y de hablar euskera, el obispo Mario Iceta conocía de primera mano la diócesis, antes de su designación por el Vaticano, como obispo auxiliar de Ricardo Blázquez. Destaca, además, por su preparación académica. No se ordenó sacerdote hasta 1994, después de doctorarse en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra, del Opus Dei, y de realizar un máster en Economía por la Fundación Universidad Empresa de Madrid y la UNED.

Otra característica del pontificado de Mario Iceta es la relativa tranquilidad con que se han producido el relevo y los diferentes nombramientos de su equipo. Apenas ha habido críticas a ese respecto, pese a las cartas y proclamas de cientos de eclesiásticos y de laicos pidiendo poder participar en la elección del sustituto de Blázquez.

Iceta ha renovado el equipo diocesano, ha nombrado a dos vicarios generales -Félix María Alonso y Ángel María Unzueta Zamalloa- y ha completado el Consejo Episcopal con la elección de cuatro vicarios territoriales -Kerman López Campo, Antón Rey Suarez, Agustín Maiz Alcorta y José Felix Larrondo Aresti-, además de proceder a la renovación en numerosas parroquias.

¿La crisis pastoral y de vocaciones? En la diócesis se están formando ocho seminaristas mayores -ninguno en el seminario menor-. Supone el resumen de un territorio que ha contado con prelados muy relevantes en sus escasos 62 años de existencia. El primero de ellos fue Casimiro Morcillo -entre 1950 y 1956-, quien más tarde fue arzobispo de Madrid y el primer presidente de la Conferencia Episcopal Española.

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