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Columna
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¿Hay sabinianos en Úbeda?

Pasados los cerros de Úbeda, antes de llegar a la ciudad, te encuentras con un mural de Antonio Machado a un lado de la carretera. Un mural pequeño, pero muy bello, de azulejo andaluz, desde el que el poeta te mira con esos ojos de paz y sosiego que escriben con la mirada.

Para un sabiniano acérrimo como yo, que te reciba don Antonio antes de callejear por las cuestas de la ciudad es un regalo inesperado. Ah!, antes de nada aclaro lo de sabiniano. No es que el Sol me haya quemado las pocas ideas que me adornan; es que uno es acérrimo seguidor de Joaquín Sabina, quien, como todo el mundo sabe o debería saber, nació en esta ciudad antes de tomar el tren que le llevó desde la mendicidad musical hasta la gloria de Lavapiés.

Como en una canción de Sabina, es en una taberna junto a la catedral donde encuentro las bases del cantante y poeta. El tabernero es un tipo irónico, con un fuerte acento jienense al que cuesta seguir en ocasiones Se declara analfabeto e inmediatamente me dice que es un acérrimo lector de EL PAÍS, especialmente del suplemento cultural Babelia. Es vacilón, está claro, muy sabiniano parece, y no miente. Para que no haya dudas, me enseña los seis últimos Babelias que reposan sobre un arcón frigorífico del bar.

Taberna, catedral, tabernero vacilón, la canción de Sabina se va construyendo sola poco a poco. "Mire; Sabina vivía tres calles hacia atrás del parador, frente a la Iglesia de San Pablo. Le he visto montones de veces por aquí, aunque, qué quiere que le diga, me gusta un poco su música, no soy un fan. De hecho, el disco que más me gusta es el primero, Malas compañías, que grabó con Movieplay, y precisamente es del que Sabina reniega".

Merodea por otros temas hasta que le devuelvo a Sabina y, a regañadientes, dice que tuvo suerte, "hombre, también talento porque la suerte no dura tanto tiempo". Bueno, el sabiniano que llevo dentro se viene arriba, pero solo un momento porque "él en el fondo tiene un punto conservador", dice, y el sabiniano se viene abajo.

Los profetas en las tierras ya se sabe que sufren, aunque el pub Calle Melancolía, un poco más abajo, es todo un éxito de crítica y público, aunque su dueño es menos sabiniano que el tabernero. Hay cuentas pendientes, está claro, cuitas locales, pero cuando Sabina toca en Úbeda se llena. Hay feligresía todavía. Y me acuerdo de Machado, que fue tan andaluz como castellano.

Y pienso que Sabina es un madrileño de Úbeda. Y el tabernero insiste: "Esta ciudad es muy bonita, es mucho más que Sabina". Mire, por fin estamos de acuerdo: yo pienso lo mismo. Y Joaquín también.

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