Hablemos de la austeridad
Este concepto de la austeridad está tan de actualidad que conviene acercarse a él un poco con lupa y construir algunas reflexiones sobre lo que representa especialmente en su vertiente pública. Primero, lo que no es. No es una solución, ni un remedio, ni una garantía para salir de la crisis y mejorar los datos de deuda pública, ni de déficit, ni de desempleo. Estas cuestiones y otras de parecido calado en cuanto a su formidable envergadura no se arreglan con unos cuantos coches oficiales menos en los Ayuntamientos, ni rebajando el sueldo a tales o cuales altos cargos. Lo cual no significa que tales medidas de ejemplaridad y de mensaje positivo a la ciudadanía no deban tomarse, sino que son gestos, necesarios pero insuficientes. Y ahora, lo que es: es una exigencia de eficiencia, de solvencia, de ajuste de los medios a los fines. No es más que esto, pero tampoco menos.
En resumidas cuentas, la austeridad es un requisito, no un programa.
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